Exotismo a granel
Un buen pianista, el francés Jean-Yves Thibaudet, regresó al Auditori para destapar el tarro de las esencias pianísticas que nutren el último y más exótico de los cinco conciertos de Camille Saint-Saëns, conocido como El egipcio, sobrenombre que llama a engaño. El compositor francés adoraba huir de los tristes inviernos de su París natal en busca de destinos cálidos como Canarias, Argelia (donde murió) y Egipto, y ahí acabó su quinto concierto en El Cairo, en 1896.
Pero la pasión viajera no justifica convertir la obra en una postal turística, que es lo que hizo Thibaudet, acompañado sin remilgos por Eiji Oue. Se les fue la mano con la influencia exótica más directa, pasando de puntillas sobre el carácter español que también late en la obra -Saint-Saëns veneraba a Sarasate-, o la evocación de la sonoridad del gamelán, que descubrió en la Exposición Universal de 1889. Hay influencias diversas en esta música, también más refinamiento y ciencia pianística, pero pianista y director optaron por servir exotismo a granel y obtuvieron brillantes resultados, pero poca emoción.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC)
Jean-Yves Thibaudet, piano. Director: Eiji Oue. Obras de Carnicer, Saint-Saëns y Beethoven. Auditori. Barcelona, 19 de diciembre.
Adiós con carácter
El titular de la OBC reservó sus mejores armas para Beethoven, porque al abrir la velada también dejó escapar no pocas sutilezas en la obertura de la ópera Il dissoluto punito ossia Don Giovanni Tenorio, del catalán Ramon Carnicer, estrenada en 1818. Deliciosa y curiosa pieza, que intenta casar las sonoridades y citas mozartianas en un lenguaje musical rossiniano. Oue la despachó con más oficio que inspiración. Pero llegó Beethoven y el director abandonó la velocidad de crucero y se implicó al máximo en una vigorosa y muy bien calibrada lectura de la Séptima sinfonía que los músicos de la OBC resolvieron de forma notabilísima.
Fue un buen regalo para el violinista Ángel Jesús García, que pisó el escenario no para tocar, sino para despedirse, micrófono en mano, cerrando tras una larga baja por lesión sus muchos años de concertino. Lo hizo con la voz entrecortada, pero pidió al público, tras alabar el potencial y la competencia de la plantilla sinfónica, que sean "exigentes con los músicos, pero no injustos" porque en un mal concierto, "la culpa no siempre es de ellos". Genio y figura del concertino español más internacional. Lo echaremos de menos.
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