Quince días al borde del abismo
Las revueltas siguen en Grecia, cuya población es la más pesimista de la eurozona
Entre rumores de remodelación ministerial, huelgas, calles tomadas por los manifestantes y repetidos episodios de violencia, Grecia se asoma una semana más al abismo. Quince días después de la muerte por el disparo de un policía de Alexandros Grigoropulos, de 15 años, el reguero de pólvora está lejos de agotarse. Un estudiante de secundaria, hijo de un conocido sindicalista, fue tiroteado el miércoles en un suburbio de Atenas; nadie sabe de qué arma salió el disparo, que le alcanzó una muñeca, pero el incidente ha alimentado aún más si cabe la tensión.
Con las calles en pie de guerra, el primer ministro, Kostas Karamanlis, del derechista partido Nueva Democracia, se disculpaba el martes por los escándalos de corrupción que han salpicado su mandato, en un gesto de contrición que no hacía sino confirmar una de las causas del descontento popular, la corrupción rampante.
Siete de cada diez griegos creen que su país va por mal camino
Otras son la falta de expectativas laborales de los jóvenes (una tasa de paro del 23%; un sueldo medio no superior a 700 euros) y el profundo malestar popular ante los escándalos de corrupción, pero también por una política de privatizaciones de la que no se excluye la educación.
El país que siempre ha registrado el menor índice de suicidios de Europa muestra hoy el mayor pesimismo de la eurozona: siete de cada 10 griegos creen que su país va por mal camino, según el Eurobarómetro publicado el jueves. Tan sombría impresión, no obstante, viene de atrás, pues la encuesta se realizó poco antes de la revuelta.
El diario Ta Nea resumía esta semana la convulsión que vive el país en la siguiente frase: "La cuestión no es si Grecia tiene un mal Gobierno, porque un mal Gobierno puede cambiarse en las próximas elecciones, sino si Grecia se ha convertido en un país ingobernable".
Ante el callejón sin salida en que parece hallarse el país, la política de gestos institucionales se revela amable, pero escasa. El jueves, el presidente griego, Karolos Papulias, recibió a representantes del hasta ahora desconocido movimiento ciudadano G700 (Generación de los 700 euros), a quienes expresó su comprensión. Como a la victoria, a la revuelta griega le salen padres -algunos putativos- por las esquinas.
Las dos semanas transcurridas desde la muerte de Grigoropulos han visto denodados esfuerzos de organización, cuando no intentos a la desesperada de subirse a un tren en marcha. Los principales sindicatos de docentes aúnan fuerzas para que el calendario de movilizaciones, previsto en principio hasta Navidad, prosiga en 2009. El próximo 9 de enero, 18º aniversario del asesinato a manos de desconocidos del profesor Nikos Teboneras en Patras, se ha convocado una manifestación en Atenas. Pero la teórica comunión existente en el movimiento sindical no tiene correlación política.
"El Gobierno prefiere actos de violencia a un movimiento de protesta organizado", afirma Lena Rigas, portavoz del Partido Socialista de los Trabajadores (izquierda extraparlamentaria). "A los primeros es lógico oponerse. Romper escaparates o incendiar coches sólo causa destrozos y genera repulsa ciudadana, pero una movilización común sí puede poner contra las cuerdas al Gobierno".
Pero las revueltas están lejos de navegar en la misma dirección, porque los intereses que las respaldan son distintos, y en algunos casos espurios: la presencia de elementos del lumpenproletariat es evidente en los focos de la resistencia junto a grupos de izquierda anticapitalista, antisistema y anarquistas.
La tradicional desunión de la izquierda parlamentaria tampoco permite enarbolar una bandera común. El Partido Comunista de Grecia (KKE, en sus siglas en griego) ha condenado la violencia desde el primer día y acusado a su principal rival, la coalición de partidos de izquierda Sinaspismos (Syriza, en sus siglas griegas) de instrumentalizar la revuelta. Según las últimas encuestas, Syriza saldría reforzado de la crisis, con un incremento de la intención de voto que le sitúa como tercera fuerza política tras los socialistas del Pasok, en la oposición.
"El Partido Comunista condena todo aquello que no controla", explica Angeliki Faturu, profesora de secundaria y miembro del sindicato de docentes Olme. "Creo que Syriza va a capitalizar el descontento, pero éste es un movimiento popular espontáneo, y una respuesta ciudadana así resulta difícil de politizar. En él se expresan todas las contradicciones de la sociedad griega, y también la arraigada memoria de la resistencia, la mayor de Europa".
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