El movimiento islamista Hamás pone fin a la tregua con Israel
Los palestinos exigen la apertura de las fronteras de Gaza
A las seis de la mañana ha expirado el alto el fuego pactado entre Hamás e Israel el 19 de junio. Seis meses de tregua que no fue tal, y que ha tropezado con un escollo que se augura irresoluble: el cierre de los cruces fronterizos por los que se abastece Gaza. "Calma por calma", ofrecen los altos mandos israelíes. Una propuesta inaceptable para Hamás. Si no se abren las aduanas, la renuncia transitoria a su lucha se lee como rendición. "La tregua ha terminado porque Israel no cumple sus obligaciones", declaró ayer el movimiento islamista. El fin del asedio era la parte del pacto, forjado por Egipto, que el Gobierno israelí rechazó aplicar, aunque durante cuatro meses los milicianos palestinos de todas las facciones, sometidos al control de Hamás, se abstuvieron de atacar.
Las amenazas han dado paso esta semana a un rebrote de la violencia
Israel no va a permitir que el Gobierno de Ismail Haniya, aunque sea a ritmo de tortuga, coseche éxitos en el campo económico. El cerco se estrecha cada día. Incluso la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados tiene vacíos los almacenes de alimentos. El Ejecutivo israelí no ignora que Hamás ya ha tenido logros en el campo de la seguridad: han desaparecido de las calles de Gaza las bandas armadas, la delincuencia disminuye... Acapara también los sectores judicial, educativo y sanitario. Aunque dio por terminada la tregua, el movimiento islamista la necesita para afianzar su poder y las instituciones que impulsa, además de los cientos de túneles que suponen un ligero alivio a la dramática situación económica. "Atacaremos si nos disparan", dicen algunos de sus líderes.
Arrancó la semana con amenazas cruzadas, la norma cuando negocian Israel y Hamás. Y siguió con un rebrote de violencia. Por primera vez en seis meses, Israel empleó el miércoles sus cazabombarderos en la franja. Ese día los escuadrones palestinos lanzaron 25 cohetes al desierto del Negev y a las ciudades israelíes de Sderot y Ashkelón. Yihad Islámica reivindicó los ataques.
Aunque desde el 4 de noviembre, cuando el Ejército israelí mató a seis milicianos, el alto es fuego es papel mojado, la realidad muestra que en las semanas posteriores ambas partes han puesto freno a la violencia. Las represalias del Ejército israelí han sido mucho más comedidas de lo habitual. Hamás también ha detenido a milicianos que lanzan cohetes, y los mandos militares israelíes aseguran que los islamistas disparan a menudo contra campo abierto cuando disponen de medios para alcanzar las ciudades que bordean Gaza.
Al Gobierno israelí tampoco le conviene una explosión virulenta en una zona tan volátil, y no parece dispuesto a invadir el territorio o a desatar castigos ejemplarizantes. A casi dos meses de los comicios, los laboristas y Kadima, socios de la coalición en el poder, perderían en ese envite. La tendencia del electorado es apoyar la mano dura con el enemigo, y el derechista Likud de Benjamin Netanyahu saldría beneficiado.
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