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La nueva caja vasca
Columna
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Cómo hacer Caja

Los grandes acontecimientos, asuntos de Estado y cosas por el estilo están siempre trufados de pequeños dislates mucho más humanos de lo que la parafernalia y la ortodoxia anuncian. Uno no se imagina puñetazos en la mesa de un Consejo de Ministros (y los hubo) o carpetas azules con gomas donde se guardan las prioridades del país como las del jubilado que ordena sus cobros y recibos.

La fusión de las cajas vascas está en esas carpetas azules donde políticos, sindicalistas y accionistas guardan sus asuntos personales sin preocuparles en exceso que hay más allá de lo que aprisionan esas gomas tan frágiles y tan duras al mismo tiempo. En todo el proceso teórico de fusión de las cajas vascas no ha prevalecido públicamente el debate sobre la idoneidad del proyecto en lo que puede tener de mejora de las condiciones financieras, de potencia en el apoyo industrial al desarrollo regional, de impulso a la expansión territorial de una futura caja vasca.

En el proceso teórico de fusión no ha prevalecido el debate sobre la idoneidad del proyecto
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Al contrario, el debate se ha centrado en asuntos más urgentes. La izquierda radical no cree en el proyecto por los mismo motivos que los futbolistas vascos no creen en la selección de Euskadi; aún sueñan con una caja vasca que englobe el conjunto de Euskal Herria (Aquitania incluida). Los sueños son más placenteros siempre que la realidad y exigen menos esfuerzo: con no despertar es suficiente. A los sindicatos de clase les asalta una duda razonable: cada proceso de fusión ha tenido como consecuencia inmediata la reducción de puestos de trabajo, antes y durante las crisis.

Los partidos funcionan con mecanismos más complejos; que si una caja nacional vasca, que si alejamos a la Vital de virus, porque Álava, ya se sabe, es otra cosa, y nada debe hacerse en común en Euskadi porque, al parecer, está mal visto. La capacidad de este país para complicarse la vida (de la muerte ya se encargan otros) amaga con ser infinita. La votación secreta en la Kutxa, tiene un punto esperpéntico de este sainete de país que a veces representamos. Mis íntimos (muy alejados de la economía que no sea real, es decir, contante y sonante) no han conseguido averiguar si ese voto secreto es para que salga o para que salga no. Calma, chicos; la respuesta después de la publicidad.

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El último argumento ha sido demoledor. Resumiendo esta ausencia de debate sobre la necesidad de una entidad financiera fuerte (aunque sea de dos y no de tres), amén de un mejor servicio a los ciudadanos (aunque sólo sea por ahorrarse comisiones en transferencias bancarias), lo ha dado, quién si no, Javier Madrazo. Lo de menos es la idoneidad o no de la fusión, los posibles problemas que tengan o puedan tener la Kutxa o la BBK -la Vital, según el PP, al parecer es autárquica y Vitoria debe ser un islote en la globalización- para hacer frente a los nuevos tiempos, la necesidad de salir de los estrechos márgenes del territorio vasco y encontrar nuevos mercados más allá de Miranda de Ebro u Hondarribia, donde el mundo también existe. Lo de menos son asuntos tan menores (también para Egibar que atrevióse a visitar la sede del PP para recabar su apoyo a la fusión) como la mirada que excede al fin de semana. Para Madrazo, lo importante era "la pluralidad en el Consejo de Administración" de la nueva caja unida. Ahí radicaba la diferencia entre el y la abstención en el proceso que hoy se decide. Supongo que ya se han dado cuenta de lo que significa "la pluralidad". Pues una forma de hacer Caja, sobre todo si en marzo se finiquita el tripartito.

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