Un precinto de 2007
Un Seat Ibiza escupe música en el aparcamiento de la estación de Chamartín pasada la media noche. A su alrededor, cuatro jóvenes que apenas rebasan la veintena apuran unos minis de calimocho. "Veníamos al Macumba, pero un segurata nos ha dicho que estaba cerrado", dice uno de ellos. No tienen muy clara la alternativa. Quizás algún local de música electrónica por el centro. "Muere un pijo y cierran los bares. Vaya tela", remata otro de los jóvenes, con cabeza rapada y chupa ajustada.
No muy lejos de allí, en la calle de José Abascal, el entorno del Moma 56 está desierto. En la puerta, una curiosa explicación de su cierre: "Problemas técnicos". Nadie se agolpa tampoco a las puertas de la sala But, situada frente al parque Barceló, donde decenas de grupos hacen botellón. Gema, una joven que espera a las puertas de Pachá, justo al lado, se sorprende: "¿Lo han cerrado? De todas maneras ese bar era de quinquis ¿no?". Pero para desértica la entrada de La Riviera. Un cartel de precinto preside la puerta principal. Tiene fecha del 9 de enero de 2007.
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