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Reportaje:Diseño

El mundo creativo al revés

Los modistos venden sillas y los diseñadores se lanzan a los zapatos

Anatxu Zabalbeascoa

Tenía que pasar. Desde que los modistos empezaron a interesarse por el diseño de la casa se esperaba algo así. Al principio el desembarco fue discreto. Quienes se pasaban de los trapos a los muebles lo hacían con cautela. Los pioneros comenzaron por una zona intermedia de la casa: toallas, mantelerías y ropa de cama.

Hubo algunos, como Lydia Delgado, que se atrevieron con lámparas, pero aun así, era todavía cuestión de trazo: las dos dimensiones de una pantalla de tela podían admitir la silueta de una diseñadora de moda. Con las alfombras fueron muchos los que se tiraron al suelo: desde David Delfín o Ailanto, hasta Vivienne Westwood.

Sybilla consiguió que unas sinuosas velas recordaran a sus vestidos. Y Agatha Ruiz de la Prada se apropió de las nubes y los corazones para clavarlos en sillas o mesas.

Con todo, el intrusismo parecía algo anecdótico, un capricho de temporada. Sólo que la casa tiene muchas estancias. Y es más grande que un armario. Así es que el entusiasmo de los modistos no tardó en llegar a las grandes marcas. Cada uno en su estilo, desde los más ostentosos, como Versace, hasta los más clásicos, como Armani, los imperios de la moda lanzaron una línea para la casa. Y recurrieron a un estilo (barroco o decó) para llevar hasta el territorio doméstico la marca del modisto.

La cosa no quedó ahí. Tan grande creían la casa que ni siquiera temían el poderío sueco de Ikea. Zara inauguró Zara Home con la idea de sortear lo nórdico. Como con sus atuendos, querían llegar a todo el mundo, pero supieron enseguida que no debían competir con Ikea. Así, con ese ejército de marcas a la cabeza, ya quedó claro que los modistos tomaban la casa al asalto.

En ese marco invasor, la marca de zapatos Camper se ha buscado su rincón habitual: el alternativo que nos gusta a todos. Y este año ha decidido dar la alternativa inversa. Ha invitado a diseñadores industriales a idear su colección de zapatos de alta costura, no la industrial, sino la especial.

En Camper Toðer, los zapatos no los diseñan zapateros, sino los usuarios. Usuarios especiales. En invierno, el argentino Alfredo Häberli apostó por llevar ingenio a los pies: un zapato con chubasquero de quita y pon. Para la primavera, Jaime Hayón no se ha contenido. El niño terrible del diseño español ha ideado zapatos blandos, amarillos y rosas para hombre. Se admiten apuestas. Pero se avisa: Hayón parece tener un periscopio asomado al futuro. Tiene el olfato necesario para diseñar una colección un año antes de su estreno. Sus extravagancias gustan. El niño de Chamberí parece tocado por el rey Midas.

Así las cosas, ¿ganaremos o perderemos del mestizaje entre moda y decoración?.

El diseñador Jaime Hayón (arriba) crea zapatos, mientras que el modista Antonio Miró idea lámparas (derecha).
El diseñador Jaime Hayón (arriba) crea zapatos, mientras que el modista Antonio Miró idea lámparas (derecha).

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