Crisis mundiales

Tras la celebración de la cumbre de los países ricos para afrontar la actual crisis financiera internacional, debería ser el momento de la reflexión, del cambio de rumbo de un mundo egoísta e insolidario.

Quizás, porque es ahora, cuando la crisis financiera mundial nos comienza a afectar en nuestra vida personal y familiar, deberíamos reflexionar acerca de las otras crisis, también mundiales (¿el concepto de mundial sólo lo aplicamos cuando nos afecta?) que desde hace años están presentes en la vida de millones de seres humanos. Quizás, porque es ahora, cuando nos planteamos el futuro, el pago de la educación de nuestros hijos, de los alimentos, la posibilidad o el hecho de carecer de trabajo, es el momento de pensar en otros códigos que no sean la codicia, la avaricia o el afán desmedido de enriquecerse para comprar más y más.

Quizás ha llegado la hora de la ética, de cambiar nuestra actitud ante ciertos valores, de parar y pensar qué tipo de mundo queremos y exigir a nuestros gobernantes un cambio de rumbo. Muchos seres humanos llevan años inmersos en innumerables crisis, con consecuencias más desgarradoras y terribles.

Durante los años de bonanza económica y optimismo, el mundo occidental ha vivido de espaldas a los datos y cifras derivados de las otras crisis mundiales, a los millones de personas que carecen de comida y de agua. Mientras el mundo occidental consumía y consumía innecesariamente cosas que no necesitaba, la especulación y el ganar dinero eran la filosofía de nuestras vidas, otras crisis mundiales tenían, y siguen haciéndolo, dos efectos: muerte y hambre. Y, sin embargo, no hacíamos nada.

Quizás ha llegado la hora de priorizar cuáles deben ser las necesidades básicas para todos los seres humanos, quizás ha llegado la hora de la ética.