Pilgrims Project en el IES de Sarria
El centro busca peregrinos que den una clase de inglés a cambio de vales de comida
El director del IES Xograr Afonso Gómez contesta algo decepcionado: "¿El proyecto de los peregrinos? Sí. Seguimos adelante. Pero se conoce que estamos en la época floja, y aún no nos ha venido ninguno". Cuando dice "aún", José Antonio García quiere decir "desde que empezó este curso". Les fue tan bien en la experiencia piloto de la primavera pasada, que choca no tener la misma suerte de momento. Pero es que en el Camino ya nevó, y Sarria, ayer, estaba envuelta en una niebla espesa y helada. Los peregrinos, después de la avalancha estival, caen ahora a cuentagotas, y a ninguno de los solitarios caminantes otoñales le ha apetecido entendérselas en inglés con los estudiantes de Sarria a cambio de unos vales de comida.
Los vales se pueden canjear en el hotel NH y en el taller de bicicletas de la villa
El caminante les contó su vida y a los chicos se les saltaron las lágrimas
Porque eso es lo que busca el instituto desde abril: extranjeros angloparlantes que paren una mañana en Sarria, dispuestos a enfrentarse a un bombardeo de preguntas de adolescentes. Estudiantes gallegohablantes de 15 años que se esfuerzan por hacerse entender en un inglés entumecido de tan poco uso. El centro de Secundaria, a cambio, les entrega a los visitantes vales que pueden canjear en el restaurante del NH Alfonso IX, o en una panadería y una tienda de comestibles, o incluso usarlos poniendo la bici a punto en un taller local.
"Anduve una temporada sin piso y me alojaba en el hotel. Ahí, hablando con huéspedes extranjeros que hacían el Camino fue donde se me ocurrió invitarlos a clase". La que habla es Cristina Fontán, una profesora que este curso ya no está, porque se fue al centro de Infantil y Primaria de Seoane do Courel. "Tuvimos una primavera muy mala. Nevó hasta el 23 de abril, pero de repente, en mayo, hubo dos semanas en que los peregrinos no nos dieron descanso. Era una locura. Había más voluntarios que horas de clase", recuerda la maestra desde su nuevo colegio, adonde también planea extender la iniciativa "cuando mejore el tiempo". "Como aquí no viene nadie y no tenemos Camino, quiero bajar con los niños a O Cebreiro" y hacer allí el intercambio. "Pero soy lenta procesando... aún no presenté oficialmente el plan".
El que Fontán bautizó como Pilgrims Project se anuncia con carteles "muy bonitos" a lo largo del Camino Francés en Galicia, en albergues, oficinas de turismo y negocios de hostelería. "Pilgrims wanted!", se lee en el letrero, que luego invita en inglés a conocer a los chicos de tercero de la ESO. La actual profesora titular de la asignatura está de baja y el centro está pendiente de su vuelta para relanzar la campaña de reclutamiento con nuevos reclamos. El peregrino debe avisar con un día de antelación para que los estudiantes preparen un guión. "Es que, al principio, se cortan un poco", reconoce el director, "pero luego se sueltan y les preguntan por qué vienen de tan lejos y cómo es su país".
Jenny y Steve Hoobs, australianos de Melbourne, fueron los primeros en ponerse en el paredón: "¿Y estuvisteis alguna vez en el Albert Park de Fórmula 1?", les preguntaron. "Vivimos a tres minutos", respondieron ellos arrancando un "oooh" general que resonó en toda el aula. De aquella visita inaugural de los intercambios peregrinos, los mozos sarrianos sacaron varias conclusiones: que en el desierto hay que andar con botas porque abundan unas muy traicioneras serpientes; que el demonio de Tasmania, además de un dibujo animado, es una especie en extinción; que "el inglés que aprenden en el instituto les llega para entenderse"; y que esos extraños personajes que pasan por la villa son gente con mucho que contar.
Luego vino "un chico medio alemán medio de Manchester". Y "una abuela, una madre y un nieto de Nueva Zelanda que decidieron andar la senda Jacobea después de leer Cien cosas que debes hacer antes de morir" (para dejar sólo 99 pendientes). Y un joven de Costa Rica, de padre inglés, que viajaba solo "y estaba deseando hacer amigos". Y un señor británico que había recorrido "medio mundo" y que ya desde casa mandó un correo electrónico a sus alumnos por un día: "Conoceros fue una de las experiencias más interesantes que he tenido".
Cuenta la profesora que aquel encuentro también se les quedó grabado a los estudiantes: "Le plantearon, como a todos, por qué hacía el Camino, y él les preguntó si querían saber la verdad: '¿Sí? Pues bueno. Es que se me murió mi mujer', dijo. Y luego les contó su vida. A muchos se les saltaron las lágrimas". Aunque esa vida la contase en inglés.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.