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Los socialistas de Francia cierran en falso el congreso

Los militantes votarán el jueves para elegir a su líder entre tres corrientes

Antonio Jiménez Barca

El Partido Socialista francés (PS) ha salido de su 75º congreso, celebrado este fin de semana en Reims, tan dividido como entró, sin una cabeza visible y desgarrado por tres corrientes irreconciliables. Serán los militantes los que, el jueves, por medio de una votación directa, hagan lo que los delegados no han sabido hacer: elegir un líder para la izquierda francesa.

Hay tres candidatos: la mediática y ex candidata presidencial Ségolène Royal; la impetuosa alcaldesa de Lille y ex ministra de la semana de 35 horas, Martine Aubry; y el joven eurodiputado Benoît Hamon, de una nueva generación de socialistas. El cuarto dirigente en liza, el alcalde de París, Bertrand Delanoë, abatido, anunciaba ayer que se retira de la lucha.

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La madrugada del domingo era definitiva: las cuatro corrientes contaban con esa noche de plazo para llegar a un acuerdo que impidiera cerrar en falso el congreso. A las dos de la madrugada, una reunión secreta a tres bandas y a la desesperada entre Delanoë, Aubry y Hamon junto a sus más cercanos colaboradores, trató de sellar una alianza que taponara definitivamente el paso a Ségolène Royal.

Pero nadie pareció dispuesto a renunciar al puesto de primer secretario para entregárselo al que tenía enfrente. Se fueron a dormir de vacío mientras amanecía.

Los delegados socialistas desplazados a Reims desayunaron con la noticia de que no había noticia. El congreso adquirió un aroma a fracaso. A media mañana, los tres candidatos dieron un último discurso. Con sus gritos, sus abucheos y sus pataleos, los cientos de delegados socialistas que les escuchaban reflejaron la bronca y el desgarro que experimenta el PS.

La primera que subió a la tribuna fue Martine Aubry. Se postuló ante sus seguidores e insistió en la necesidad de que el partido se fije en la izquierda entre una salva de aplausos de sus partidarios y el silencio algo despreciativo de sus detractores.

Hamon jugó su mejor carta: la generacional, la del cambio. Y aseguró que si Barack Obama hubiera nacido en Francia, lo tendría muy difícil para llegar a primer secretario del Partido Socialista, debido a la escasa diversidad social y étnica del socialismo francés. "Aquí todo el mundo vota, pero no todo el mundo puede ser elegido", advirtió el joven eurodiputado socialista.

Ségolène Royal, la más abucheada en este congreso por quienes la detestan, la más aplaudida por su gente, resumió, sonriente, desde la tribuna: "Es el turno de los militantes".

El mensaje era claro: el jueves, los 160.000 militantes del PS decidirán el vencedor, el futuro primer secretario. Y hasta ahora, Royal ha sido la ganadora en este tipo de votaciones. Era la que peor lo tenía a la hora de jugar a las alianzas entre corrientes, pero sabe que ahora juega con ventaja, que el voto de la base le favorece. Cuenta con el 29% de apoyos; Aubry con el 25%; Hamon con el 18%. Los seguidores de Delanoë, que consiguió también el 25%, se antojan decisivos.

Poco después, a eso de las doce y media, el congreso terminó sin que el primer secretario saliente, François Hollande, ex compañero sentimental y padre de los cuatro hijos de Royal, pronunciara un discurso de despedida. "No era seguro que hablara y visto lo visto, ha decidido no hablar", resumió un dirigente socialista. El 75º congreso del PS francés se apagó, pues, sin que nadie lo diera por concluido.

Los delegados se volvieron a sus provincias de origen. Los parisinos cogieron el tren después de comer. Al llegar a la estación del Este, confundido entre los miembros de las federaciones, cargando su maletita con ruedas y su ordenador portátil, iba, sin hablar con nadie, el alcalde de París, Bertrand Delanoë, el gran perdedor de este congreso fracasado. Sus seguidores tienen la clave de la votación del jueves. Pero él se perdía por el andén de la estación, solo.

El alcalde de París, Delanoë, saluda a la alcaldesa de Lille, Martine Aubry.
El alcalde de París, Delanoë, saluda a la alcaldesa de Lille, Martine Aubry.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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