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Joaquim Puig Antich, otro auténtico salvador

El ejercicio médico, en particular la relación médico-enfermo, es un acto íntimo y discreto que no suele ni debe ser objeto de difusión ni de exposición pública. Solamente en foros profesionales, por cierto cada vez más multiprofesionales, se llevan a cabo sesiones clínicas, para compartir, aprender y auditar ese ejercicio clínico; pero siempre conjugando el compromiso de servicio y conocimiento con la discreción y el respeto a la persona.

Estas premisas permiten entender cómo muchos clínicos excelentes en esa labor no alcanzan notoriedad pública. Y es que ello debe ser así, especialmente en algunas especialidades que requieren mucha discreción, singularmente la psiquiatría. A menudo la notoriedad depende de otros aspectos sociales o curriculares, como la organización de servicios, la academia o la investigación.

El perfil del gran hombre y maestro que fue el doctor Joaquim Puig Antich (1944-1989) reúne esas condiciones de excelencia y discreción, pero además se le añaden otros elementos que trascienden su propio ejercicio, como en todo maestro. Es la historia de un médico accesible, investigador, carismático, emprendedor y de gran compromiso; todo ello desarrollado además desde cero, en los mejores centros de Estados Unidos y en el difícil campo de la psiquiatría infantil, en la que fue especialmente pionero. No cabe duda de que en la discreción de la figura de Joaquim Puig Antich hay otro factor imposible de obviar, cual es la tremenda popularidad de su trágicamente desaparecido hermano menor, Salvador, al que recientemente se ha dedicado una película.

A principios de octubre y pocos días después del que hubiera sido su 64º cumpleaños, el Instituto de Atención Psiquiátrica del hospital del Mar de Barcelona promovió la primera jornada dedicada a su memoria, el I Memorial Dr. Puig Antich. Para tener una idea de la magnitud del personaje y de su legado, hay que decir que el prestigioso Western Psychiatric Institute and Clinic de la Facultad de Medicina de Pittsburgh, donde él trabajó en sus últimos años, creó a su muerte una cátedra de psiquiatría infantil con su nombre. Precisamente el doctor Neal D. Ryan ha participado activamente en esa jornada ya que el propio Kim, como le conocían sus allegados, fue su mentor clínico y académico. La familia Puig Antich, representada por las hermanas Montse y Carme, también colaboró con su asombrosa energía y carisma, probablemente un rasgo muy familiar, como comprobamos en las otras dos, Imma y Merçona Puig Antich.

Joaquim realizó sus estudios de medicina en el hospital Clínico de Barcelona y los complementó con una formación en neurocirugía en Montpellier. A partir de entonces orienta su rumbo hacia Estados Unidos, donde iba a llevar a cabo el resto de su carrera. Su formación pasó por los mejores centros, tales como el Sinai Hospital de Baltimore y el Beth Israel Hospital de Nueva York. Académicamente empezó a brillar como fellow en el Albert Einstein College of Medicine y poco después en el destacado grupo de la Universidad de Columbia de Nueva York hasta 1984, año en el que fue nombrado catedrático de Psiquiatría de Niños y Adolescentes en el departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. Falleció inesperadamente el 2 de diciembre de 1989 por una crisis de asma, enfermedad que le generó importantes limitaciones, ante las que Joaquim había respondido con un envidiable repertorio de ingenio, actividad y entereza.

El legado científico de Joaquim Puig Antich se centra en la psiquiatría del niño y del adolescente, campo en el que demostró en 1978 que los niños también presentan la temible depresión mayor y no sólo los adultos, cosa que hasta entonces permanecía en duda. Además consiguió descifrar algunas de las características de esta enfermedad en los niños, como su frecuente asociación con ansiedad de separación y trastornos de conducta, además de otras características de la familia de los afectados. La publicación de este hallazgo revolucionó y estimuló el desarrollo de la terapéutica de estos casos, que desde entonces legitimaba definitivamente la aplicación de tratamientos biológicos y psicoterapéuticos asociados. Sus trabajos en la neuroendocrinología y en los registros del sueño de niños afectos de depresión fueron pioneros y extensos, así como su contribución con instrumentos de evaluación clínicos y de investigación. Pero no sólo destacó en la psiquiatría biológica, también fue Puig Antich quien describió las dificultades de relación interpersonal y de verbalización que padecen los depresivos prepuberales, lo que permitió abrir caminos terapéuticos para comunicarse con esos pacientes.

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Esa productividad creó escuela y fueron muchos los profesionales que peregrinaron a Pittsburgh para formarse y para investigar con el profesor Puig Antich. A pesar de la precocidad de su muerte, el grupo que él lideraba alcanzó las mayores cotas de excelencia en la psiquiatría infantil y juvenil, y de ahí el reconocimiento académico permanente de la cátedra que le dedicaron nominalmente en ese departamento. También en España hubo eco de su labor, aunque en nuestro país el desarrollo de la psiquiatría infantil aún hoy día adolece de muchas limitaciones, que fueron puestas de manifiesto por algunos participantes en el Memorial Dr. Puig Antich. Aunque en este país siempre ha habido grandes psiquiatras infantiles, en los últimos años la incorporación de nuevas generaciones y nuevos servicios está cambiando el panorama, en la línea que a buen seguro el doctor Puig Antich apoyaría. El profesor Ryan, en su artículo sobre el legado de su maestro, se pregunta sobre la raíz del enorme carisma y el fuerte carácter de su mentor. Pues bien, según él, en el doctor Puig Antich coincidían dos pilares: primero, la pasión que tenía hacia nuevas ideas, vinieran de quien vinieran, y segundo, la total lealtad a los resultados de los estudios, que no pocas veces le hicieron cambiar criterios previos, lo que por cierto llevó a cabo con firmeza. Añade luego: "Su fuerte pero sencilla perspectiva de enorme sentido común respecto a la vida y a la ciencia nos cambió a todos los que le conocimos".

Hemos titulado el artículo con el adjetivo auténtico, ya que resume especialmente bien la trayectoria de ese todavía poco conocido maestro. Veamos: autenticidad proviene de tres fuentes: authenteo, tener autoridad; authentés, el que obra por sí mismo o es autor, y el verbo latino augere, promover. El auténtico Joaquim Puig Antich fue y sigue siendo un modelo de carrera médica por las tres razones: autoridad científica, obra clínica y capacidad promotora del conocimiento.

Desde el Instituto de Atención Psiquiátrica del hospital del Mar le seguiremos dedicando periódicamente jornadas y actos conmemorativos con el compromiso de seguir desarrollando la psiquiatría infantil y juvenil. Y es que, sin ánimo de perturbar la exquisita discreción de este gran médico universal, pero al galope de la imaginación de los niños que tanto cuidó, queremos regresar al futuro que sólo crean personas como Joaquim Puig Antich.

Antonio Bulbena Vilarrasa es director del Instituto de Atención Psiquiátrica del hospital del Mar y catedrático de Psiquiatría de la Univerisidad Autónoma de Barcelona.

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