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Crónica:ARIZONA | El candidato republicano | Cambio en la Casa Blanca | La noche republicana
Crónica
Texto informativo con interpretación

"Yo elegí librar esta batalla", afirma McCain en el último mitin

El senador cierra su campaña en Colorado y Nuevo México

El veterano soldado no tuvo descanso ayer. John McCain votó pasadas las nueve de la mañana cerca de su piso de Phoenix, en Arizona. Inmediatamente se marchó a los vecinos Estados de Colorado y Nuevo México para intentar arañar algunos votos e incidir en su estrategia de conseguir una victoria contra todo pronóstico. Por la noche regresó a Phoenix, a esperar que llegaran los resultados electorales con su familia.

Aquí, en el lujoso hotel Biltmore, cerca de la residencia del senador, sus más fieles seguidores veían el recuento en directo, a través de unos monitores de televisión. Su esperanza revivía irracionalmente cuando las cadenas de televisión daban como ganador a McCain en Estados conservadores, como Kentucky o Carolina del Sur. La de estos feudos republicanos era una victoria cantada. McCain debía aún ganar en Estados clave como Ohio, Florida o Pensilvania.

Nunca un político de Arizona ha logrado llegar a presidente
McCain recurre a su historia personal y a un encendido patriotismo

Cuando Obama ganó Pensilvania, a las siete de la tarde (tres de la madrugada, hora peninsular española), los demócratas acumulaban ya 161 votos electorales. El candidato republicano sólo tenía 64. Ni siquiera en tal situación le abandonada a McCain su fama de luchador capaz de una victoria inesperada. "Todavía confío en que dé una sorpresa", decía Carol Eickelberg, de 70 años, con el tono de alguien que reza por un milagro. "Y si no da la sorpresa, rezaré por Obama. Espero que dios no le deje llevar el país por el camino que tiene en mente". ¿Qué camino es ése? "El del socialismo".

Poco a poco, y antes de que cerraran todos los colegios electorales, estos fieles partidarios de McCain veían cómo su héroe perdía la posibilidad de ganar en Estados que en el pasado consideró una opción, como Michigan, Wisconsin o New Hampshire. "Si pierde nos queda una esperanza. Y se llama Sarah Palin", decía Christine Dupont, profesora de primaria de 42 años. "Sé que se presentará en 2012. Sé que podría ganar. Cuando los liberales toman el país, los conservadores nos hacemos más fuertes. Será una pena si McCain pierde, pero Palin representa el futuro de este país".

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En su último mitin, en Grand Junction, Colorado, McCain ofreció un breve resumen de su campaña. "Yo elegí librar esta batalla", afirmó. Recordó de nuevo su experiencia en un campo de prisioneros de Vietnam y exhibió su encendido patriotismo. "Ya os dije en el pasado que prefiero perder unas elecciones a perder la guerra. Yo haré que nuestras tropas regresen victoriosas. Nosotros nunca, jamás, admitimos una derrota", manifestó.

Horas antes, cuando llegó a votar a la Iglesia Metodista Albright de Phoenix, no se mostró tan seguro de sí mismo. A algunos de los periodistas reunidos allí sólo les dijo una enigmática frase: "Ya sabíamos que esto iba a ser así". Con una media sonrisa, no quiso aclarar si éste era un comentario de optimismo o de resignación.

Tras depositar su papeleta, mientras un pequeño grupo de personas le aclamaba al grito de "héroe", el candidato se cruzó con Arturo Ramos, de 36 años, un veterano de la primera Guerra del Golfo que acababa de votar a Obama. "McCain es un buen hombre", dijo. "Pero para mí es más de lo mismo. Más George Bush. Más de una guerra mal gestionada. Yo vi a amigos míos morir en combate. Y creo que McCain está muy equivocado con la guerra".

El candidato llegó a las urnas con su familia. Su semblante serio y su voz ronca mostraban el desgaste de una campaña en la que no se ha dado el lujo de una tregua. Escoltado por sus guardaespaldas, vio entre la multitud a Charles Keller, de 45 años, y le firmó una pancarta. "Adoro a McCain. Es un luchador nato", dijo Keller posteriormente. Aun así, este votante presagiaba una derrota: "Hace unos días pensé que a estas alturas las encuestas le darían una ligera ventaja, pero no ha sido así".

La madrugada anterior McCain había mantenido un mitin en Prescott, Arizona. Era su regreso a casa, el principio del descanso del guerrero. Desde allí prometió romper "la mala suerte" que los candidatos presidenciales de Arizona han tenido en el pasado. Nunca un político de este Estado ha sido presidente.

En este mitin, Cindy McCain presentó a su marido y lloró. La aspirante a primera dama reconoció que sus lágrimas se remontaban a 1982, el año en que McCain entró en política con una exitosa campaña al Senado.

McCain, que hizo de Arizona su hogar cuando se casó con su esposa en 1980, dijo estar orgulloso de servir a este Estado. De madrugada, a la espera del recuento final, el senador todavía guardaba la esperanza de ser el primer político de Arizona su hogar en llegar a la Casa Blanca.

El senador McCain, junto a su esposa, Cindy, habla con los periodistas a bordo de su avión de campaña de camino a Phoenix.
El senador McCain, junto a su esposa, Cindy, habla con los periodistas a bordo de su avión de campaña de camino a Phoenix.AFP

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