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Análisis:Cambio en la Casa Blanca | El cuartel general demócrata
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Cómo ha llegado hasta aquí?

Lluís Bassets

Cuando se lean estas líneas hasta aquí quizás ya significa la Casa Blanca. Con el recorrido que ha realizado en los últimos 21 meses, desde que anunció su candidatura, hasta el cierre de las urnas, basta y sobra para declararle vencedor del desafío que significaba bregar porque un ciudadano afroamericano se convirtiera en el 44º presidente de los Estados Unidos de América. Su campaña ya ha transformado a este país, que celebró ayer su día grande electoral convertido en una sociedad post racial, en la que el ascensor social funciona para todos los ciudadanos. También le ha transformado a él, quizás no personalmente, pero sí en su imagen pública y en su capacidad de sintonizar con la gente. Y, lo que es más interesante, su campaña ha obtenido unos resultados vencedores en todos los capítulos: participación, financiación, organización, uso de las nuevas tecnologías y sondeos. Lo único que le faltaba ayer era que el escrutinio de los votos populares le proporcionara los 270 delegados necesarios.

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El candidato republicano, John McCain, alguna responsabilidad tiene en tantos éxitos y en uno en concreto: no ha querido hacer sangre con los vídeos subversivos del pastor negro Wright, el mentor espiritual de Obama de discurso antiamericano. También le ha facilitado las cosas con sus dos errores más garrafales (el nombramiento de la señora Palin y su reacción desordenada e impulsiva ante la crisis financiera). Pero el mérito fundamental es de Obama y de su equipo. Ha sido la mejor campaña de la historia y ha contado con un candidato inmejorable, todo rozando la perfección. No se han producido cambios de rumbo político en su orientación. Tampoco cambios de equipos, como les sucedió a Clinton y McCain. Ni filtraciones. La disciplina y el orden han reinado en una medida desconocida: el reparto de la piel del oso antes de cazarlo ha quedado proscrito.

De la campaña sale una experiencia que desborda al actual Partido Demócrata. La financiación pública de las campañas ya no será posible a partir de ahora. La recaudación por Internet se revela un mecanismo de participación y de organización que va más allá de una campaña. Aunque los medios tradicionales aman a Obama, han sido los nuevos los que le han dado la victoria: Internet, marketing viral, mensajes telefónicos, vídeos en YouTube, videojuegos. Obama ha movilizado masas, algo inhabitual en la política estadounidense, pero la movilización más intensa ha funcionado en el uso de los nuevos medios, en chats y redes sociales. Un nuevo partido, sí, pero también una nueva forma de hacer política, la propia además de una generación que se incorpora con fuerza y carácter propios.

Pero lo mejor de todo es el propio Obama, la fuerza de su personalidad, su oratoria, su carácter, ese temperamento de primera clase que le han elogiado incluso sus adversarios y un ego especial, transparente, que no vive con angustia su relación con el poder. Un anti Sarkozy, en suma, que sabe trabajar en equipo y dirigirse con naturalidad a los ciudadanos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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