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Reportaje:

Israel camina hacia un Gobierno de unidad

A 100 días de las elecciones, las propuestas de los principales partidos no presentan grandes diferencias

Arranca una batalla de 100 días sin cuartel en Israel. Una contienda electoral que promete emociones, porque sus líderes políticos son un filón, capaces de lanzarse los epítetos más contundentes y de airear los trapos más sucios. Dos ex primeros ministros -el laborista Ehud Barak y el likudnik Benjamín Netanyahu- y la presidenta de Kadima, Tzipi Livni, están en zafarrancho. La todavía ministra de Exteriores encara una misión compleja: arañar votos a la izquierda cuando en su partido aspiran a primeros espadas derechistas de postín. El Likud, que no olvida la secesión de Kadima que le postró en la indigencia política en 2006, pretende ajustar cuentas. Paradójicamente, a nadie extrañaría que acabaran sentados los tres en el futuro Consejo de Ministros.

Netanyahu se postula como una garantía para gestionar la crisis
Las encuestas auguran la ventaja del bloque de los partidos de derecha

Con un ojo mirando al nuevo inquilino de la Casa Blanca, y el otro hacia el programa nuclear de Irán, los conflictos latentes con Hamás y Hezbolá se suman a una crisis económica que todavía no ha aterrizado en Israel. Demasiados desafíos para ser abordados por un Ejecutivo tambaleante y pendiente de una exigua mayoría. La idea del Gobierno de unidad nacional, que permitiría embarcar al país en arriesgadas aventuras militares, se afianza.

Dependerá del veredicto que arrojen las urnas el 10 de febrero. Pero si la encuesta publicada ayer por el diario Haaretz da en el clavo, el bloque de la derecha recalcitrante en el Parlamento de 120 escaños -Likud (31), los partidos ultraortodoxos (16), el que acapara el voto inmigrante ruso (11) y el que apoyan los colonos judíos de Cisjordania (3)- gozará de amplia ventaja frente a Kadima (31), los laboristas (10), Meretz (5) y Los Verdes (2). Los 11 diputados árabes apenas serán parte del juego. Nadie ha contado nunca ni cuenta ahora con ellos. Semejante maremagno de partidos ha propiciado en las dos últimas décadas alianzas de toda índole, un periodo en el que ningún Gobierno ha logrado aguantar toda la legislatura al frente del país.

Netanyahu se postula como el hombre que salvó de la economía israelí hace cinco años y como una garantía para gestionar la crisis que se avecina. Livni cuenta con su popularidad y con una imagen libre de toda sospecha de corrupción. Pero, ambigua, elude plantear propuestas precisas. "Las diferencias entre la izquierda y la derecha ya no existen", dice. Y Barak, el ex militar más laureado de la historia del Estado, se ha convertido repentinamente en crítico feroz del capitalismo. Los dos hombres gozan, además, de fama de duros, un rasgo muy del gusto de los israelíes. Es el líder del Likud, no obstante, quien marca la diferencia.

Netanyahu es el único que abiertamente ha trazado una línea roja y advierte de que no negociará Jerusalén con los palestinos. Sus rivales abogan por conducir una negociación a la que casi nadie ve salida. Fuentes diplomáticas cercanas a Livni afirman que tampoco la líder de Kadima ve próxima la solución. Ahora se trata de aprovechar la alianza con la Autoridad Palestina para reprimir a Hamás. Si la triada forma Gobierno, la solución del espinoso conflicto se aplazará de nuevo. "En este escenario, el próximo Ejecutivo no será el de la paz. Para ello habría que dividir Jerusalén, y no lo harán. Deberían dejar entrar refugiados palestinos, y no lo harán. Aunque los palestinos se convirtieran en finlandeses y extirparan a Hamás, el nuevo Gobierno no firmará la paz con ellos", escribía el jueves el analista político Ari Shavit.

Es Netanyahu, el jefe del Likud, quien parece tener la sartén por el mango. Quien con más rotundidad expone su proyecto. Quien cuenta con un electorado más fiel. Los sondeos revelan que parte de los simpatizantes laboristas votarán a Kadima. Y que votantes de este partido regresarán a su antiguo hogar político, el Likud. Sin Ariel Sharon, el hombre que lo fundó en noviembre de 2005, Kadima no es lo mismo. Tal vez por eso no teme hablar abiertamente de un Gobierno de unidad. Lo anunció el lunes en la sesión de apertura de la Kneset. "Tras los comicios, llamaré a Livni y a Barak a sumarse a nosotros para conducir al país a un lugar seguro".

No obstante, a tres meses y 10 días de las elecciones, cualquier predicción es temeraria. Mucho más en Oriente Próximo, sujeto siempre a acontecimientos imprevisibles. El escritor Amos Oz comentaba el jueves por la noche en un corrillo con periodistas: "Si explota Gaza, vencerá Netanyahu con claridad". En ese caso, la gran coalición pasaría a mejor vida.

La ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, el miércoles en Tel Aviv.
La ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, el miércoles en Tel Aviv.AP

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