Psicofonías en el Congreso
Algunos encantadores incidentes retratan al conjunto de la clase política. El diputado Ramón Aguirre, prohombre del PP con dilatada trayectoria pública -fue presidente del ICO, por poner un ejemplo- tenía que formular una pregunta sobre el paro al vicepresidente Pedro Solbes. La cita era en el Congreso de los Diputados, el martes pasado, a las nueve de la mañana. Pero no se presentó. Su nombre fue invocado en vano por el presidente Bono, en un hemiciclo casi vacío.
La mayoría de los diputados, igual que Aguirre, estaban ausentes. Aguirre no apareció, la pregunta decayó, la portavoz del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, se declaró abochornada y no hubo nada. Aguirre se excusó diciendo que estaba en la biblioteca "documentándose" y que sufrió un despiste. ¿Qué probabilidad de despistarse tiene un diputado que ha de intervenir en una sesión de control al Gobierno si sabe que empiezan siempre a las nueve de la mañana?
Una vuelta de tuerca más. Asegura el diputado ausente que volverá a formular la pregunta en la próxima sesión de control, porque el paro "no se arregla en quince días". Así que no concede a su pregunta la urgencia de la inmediatez. Como podemos estar seguros de que el paro no se resolverá en quince días, ni siquiera en un año, o en tres, también podría Aguirre desaparecer en la próxima sesión, o en la siguiente y sucesivas, sin daño para la Cámara ni para los contribuyentes que pagan su sueldo y el de todos los absentistas. Es decir: ¿valora en algo el diputado Aguirre la pregunta que quería hacer al vicepresidente o era sólo un ejemplo más del ruido que durante años viene confundiéndose con oposición?
La respuesta cae por su peso cuando se conocen las preguntas realmente existentes. "¿Cuántos parados debe haber para que el Gobierno haga algo?", tronó la mencionada Sáenz de Santamaría después de haber pensado intensamente cómo asustar al Ejecutivo. Esta brillante muestra de acerada fiscalización política deja muy claro que el Congreso es el palacio de los espíritus cuando los diputados no están, que es casi siempre, y también cuando están. En ambos casos se manifiestan por psicofonías.
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