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Reportaje:ARTE | Entrevista

La realidad como juguete

David Levinthal utiliza juguetes y figurillas para construir imágenes de gran carga simbólica. El prestigioso fotógrafo norteamericano expone su obra por primera vez en España

Los juguetes no son inocentes. Son concebidos y construidos con la voluntad de conformar una determinada imagen de la sociedad. Cada juguete tiene una larga historia detrás". Lo afirma con conocimiento de causa alguien que no ha dejado nunca de jugar: David Levinthal (San Francisco, 1949), uno de los más reconocidos fotógrafos contemporáneos, con obras en los principales museos del mundo (incluidos el MoMA, el Metropolitan y el Whitney de Nueva York, y el Centro Pompidou de París). Todo empezó en 1972, cuando con su amigo Garry Trudeau, autor del mítico cómic Doonesbury, decidió ilustrar el libro Hitler moves East: A Graphic Chronicle, 1941-43, recreando el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial con soldaditos de plomo y hojalata, el juguete por excelencia de los niños de la posguerra. Desde entonces no ha dejado de buscar diminutos protagonistas para escenografías oníricas y desenfocadas, que empujan un poco más allá la frontera entre la realidad y su doble.

Año tras año, Levinthal ha ido trazando un gran fresco de la cultura popular americana a través de series de imágenes, poblado por personajes del Lejano Oeste (Wild West) y clientes de moteles de carretera, como los que pintaba Edward Hopper (Modern Romance); saludables pin ups de los años cincuenta (American Beauties) e inquietantes adeptas del bondage (Desire y XXX); fieles tíos Tom y rebeldes del jazz (Blackface); Barbies y sensuales bellezas orientales (Netsuke); estrellas del deporte (Baseball y Hockey) y astronautas (Space). Ahora, 35 años después del desencarnado blanco y negro de Hitler moves East, Levinthal vuelve a los soldaditos de sus inicios. "Hay una gran diferencia entre mi primera serie e Irak, en la que aún estoy trabajando, porque anteriormente nunca se había jugado con una historia antes de que se acabara. Seguramente nunca hubo una producción tan masiva de juguetes relacionados con un conflicto aún sin resolver. Por ello no es sólo una recreación, sino también un intento de reflexionar sobre nuestras formas de mirar la guerra, justo ahora que la televisión e Internet la han convertido en algo tan familiar", explica el fotógrafo en Barcelona para presentar las primeras imágenes de Irak, que se exhiben en la galería Raíña Lupa, en la muestra David Levinthal 1989-2008, junto a una amplia selección de obras de sus series más célebres.

En Irak, los colores del desierto sirven de indistinto escenario para los protagonistas de imágenes icónicas y ambiguas, que obligan al espectador a reflexionar sobre conceptos como heroísmo, lucha, agresión y defensa. "Las declaraciones políticas tienen más fuerza cuando salen del trabajo y no de forma consciente. Cuando hice la serie de los cowboys era la época de Reagan. Algunos la vieron como una apología de la naturaleza heroica del hombre americano, otros como una crítica a la mentalidad de vaqueros del Gobierno, pero para mí era sólo recordar mi infancia, mis juegos y mis programas de televisión preferidos", asegura. Su impulso creativo oscila entre el interés por la fotografía y la pasión por los juguetes, metáforas culturales e iconos de la sociedad. "Estoy fascinado por el proceso, la historia y las decisiones que se ocultan tras un juguete. Un día en un museo de Texas me di cuenta de que los muñecos producidos en Alemania, que había utilizado para Wild West, a finales de la década de 1980, estaban hechos a imagen y semejanza de las esculturas de Frederic Remington, un artista americano del siglo XIX que se especializó en la descripción del Oeste", cuenta el fotógrafo, que casi siempre conserva sus pequeños personajes, "menos las muñecas de XXX, aquéllas mi mujer no las quiso en casa", confiesa risueño.

Además del cambio conceptual, Irak ha marcado también una evolución técnica: es la primera serie que realiza con cámara digital. Durante años, este atípico fotógrafo, en vez de deambular por las calles del mundo con su cámara colgando del cuello, se desplazó cargado de muñecos y demás elementos escenográficos a un estudio donde montaba sus mundos imaginarios delante de una gigantesca Polaroid 20×24, de un metro y medio de alto y 100 kilos de peso. De allí han salido series como Blackface, a la que pertenecen las seis imágenes que, con un texto inédito de Antonio Muñoz Molina, conforman el libro Máscaras pintadas, publicado por la galería Raíña Lupa, en una edición de 35 ejemplares, numerados y firmados. "Estaba nervioso. Aprender una nueva técnica es como volver a la infancia. He utilizado película durante 30 años, pero esta vez quise trabajar con digital, porque es la forma en que vemos esta guerra. Ahora estoy enamorado de mi cámara, puedo hacer fotos mucho más grandes sin perder calidad y es instantánea, puedo modificarlo todo en cada disparo. Me siento mucho más libre que con la Polaroid", asegura Levinthal. Sin embargo, el encuentro con las nuevas tecnologías no ha influido en su voluntad de retratar su particular realidad tal y como es. Así que sigue sin manipular las imágenes a posteriori, nada de Photoshop u otros recursos gráficos, lo único que se permite es un filtro verde para reproducir la sensación que proporcionan los aparatos militares para la visión nocturna. Aunque no dejará del todo la película, tiene previsto realizar sus proyectos más inmediatos con cámara digital, "me quedan todavía muchos objetos de Irak para fotografiar y luego quiero hacer algo completamente distinto... con animales"..., por supuesto de juguete. La realidad propiamente dicha no le interesa y menos los seres humanos, con la única excepción de su hijo de cuatro años, que retrata con su enorme Polaroid cada seis meses desde que nació.

En este universo estético y formal tan característico, destaca su aportación al Mobile Art: Chanel Contemporary Art Container, un proyecto promovido por Chanel, la arquitecta Zaha Hadid y el comisario Fabrice Bousteau en el que participan 20 artistas que han creado obras inspiradas en el célebre bolso acolchado de la firma francesa. Entre las piezas, que se exhiben en un pabellón móvil diseñado por Hadid, actualmente emplazado en el Central Park de Nueva York, se encuentran cuatro inquietantes fotografías de Levinthal. Por una vez, el artista ha dejado sus muñecos, que anteriormente utilizó también en trabajos comerciales y campañas publicitarias, por unos maniquís que ha recubierto totalmente con cuero Chanel, antes de colocarles en la boca el típico cierre de los bolsos. "He querido evocar una imagen erótica, en el estilo de mi serie XXX", afirma y, si bien el resultado puede remitir a prácticas fetichistas y sadomasoquistas, la primera sensación es ver ancestrales máscaras tribales o escalofriantes muñecas vudú de labios cocidos.

En su primera presentación personal en España, el artista hace doblete con Space, una exposición centrada en la serie homónima, que se inauguró el miércoles en la galería Javier López de Madrid. -

David Levinthal, 1989-2008. Galería Raíña Lupa. Consejo de Ciento, 278, 1º-2ª. Barcelona. Hasta el 30 de diciembre. David Levinthal, Space. Galería Javier López. José Marañón, 4. Madrid. Hasta el 4 de diciembre. Mobile Art Chanel. Central Park. Nueva York. Hasta el 9 de noviembre. www.chanel-mobileart.com

David Levinthal, ante una de sus obras sobre Irak, en la galería Raíña Lupa, de Barcelona.
David Levinthal, ante una de sus obras sobre Irak, en la galería Raíña Lupa, de Barcelona.Joan Sánchez

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