Marciano con tentáculos
El 30 de octubre de 1938 a las ocho de la tarde, la CBS emitió La guerra de los mundos, la adaptación radiofónica que había hecho Orson Welles de la novela de H. G. Wells. Poco después, en Nueva Jersey, familias enteras salían despavoridas de sus casas cubriendo sus cabezas con toallas y, en Nueva York, hubo colapsos en las estaciones de trenes y de autobuses: todos querían escapar, perderse, desaparecer. ¿Por qué ese pánico? Porque los marcianos acababan de llegar a la Tierra, y no tenían un aspecto muy amigable. Orson Welles estaba cubriendo la noticia desde el mismo lugar de los hechos y dijo que tenían tentáculos. "Es una criatura grande, mayor que un oso y brilla como el cuero húmedo", añadió.
Antes se había referido a su nave ("un enorme cilindro"), que había bajado de las alturas como un objeto llameante hasta impactar con el suelo de una pequeña granja de Grover Mill, en Nueva Jersey. "¡Es algo indescriptible!", exclamó el cronista Welles entre gritos de horror y sirenas de policía cuando tuvo que referirse al rostro de los recién llegados: "Los ojos son negros, la boca tiene forma de V y le cuelga una saliva repugnante...". En ese instante, miles de estadounidenses hicieron las maletas.
Cioran, el filósofo rumano, soñaba con concebir un pensamiento que destruyera el mundo. Seguramente el mayor anhelo de un periodista de raza sea el de estar ahí, en el momento justo en el que llegan los marcianos y poder contárselo a la gente para que se ponga a buen recaudo. Orson Welles lo consiguió. Tenía entonces 23 años y llevaba un montón de ellos dedicado al teatro. Aquel día confirmó varias cosas: su enorme talento, el enorme poder de sugestión de la ficción de Wells y que la radio era un artefacto maravilloso para comunicarse con los asustadizos mortales.
Setenta años después de aquellos pánicos, algunos grandes profesionales de las principales siete cadenas radiofónicas de España representarán hoy La guerra de los mundos, que emitirá en directo Radio 3. Si la gente no sale a la calle con toallas como sombreros zumbando hacia cualquier parte, habrá que ponerse a pensar qué pasa. ¿No hay ya talento? ¿Hay menos ingenuidad? ¿Perdió fuerza la radio? ¿O es que sabemos ya que los marcianos no tienen tentáculos?
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