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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran violinista, tremendo director

Debutaron en Barcelona, de la mano de Palau 100, dos jóvenes músicos que dejaron profundísima impresión en el público congregado en el Palau. El primero, el violinista armenio Serguei Khachatryan, tiene sólo 23 años, pero dejó a todo el mundo con la boca abierta con su impresionante interpretación del Concierto para violín de Jan Sibelius, un concierto de exigencias terribles para el solista.

Khachatryan tiene el poder, la seguridad, el estilo, la técnica, el sonido y el arrojo de los grandes solistas. Enfocó correctamente la interpretación de la pieza como si se tratase de uno de los grandes conciertos románticos para violín, pues, aunque data de 1905 y presenta no pocos toques de modernidad de lenguaje, el concierto de Sibelius, por espíritu, vive aún en la atmósfera del romanticismo tardío.

Orquesta Sinfónica de Gotemburgo

Gustavo Dudamel, director. Serguei Khachatryan, violín. Obras de Hillborg, Sibelius y Nielsen. Temporada de conciertos Palau 100. Palau de la Música Catalana. Barcelona, 27 de octubre.

Y ya en la breve pieza que inauguró la sesión y que no figuraba en el programa de mano, Exquisite Corpse, del compositor Anders Hillborg, y también en el acompañamiento del concierto de Sibelius, que, a menudo, exige una orquesta muy presente, matizada y en primer plano y no el habitual telón de fondo orquestal, se pudo observar el buen hacer del joven director venezolano Gustavo Dudamel, un director de carrera meteórica que en los últimos dos años ha sido llamado a los podios más destacados del planeta.

Dudamel se reveló del todo, brilló y deslumbró cuando, en la segunda parte, se enfrentó a la Sinfonía núm. 4 La inextinguible, de Carl Nielsen, una pieza compleja que exige un gran despliegue orquestal.

Es pasmosa la cantidad de información rítmica, dinámica y expresiva que Dudamel es capaz de poner en su batuta y en su gesto. Da la impresión de que con él la orquesta se siente cómoda pues está en todo, no descuida ningún aspecto y tiene muy claro adónde quiere ir a parar desde un punto de visto interpretativo, pero, por encima de todo, Dudamel tiene lo que distingue a los directores natos de los de oficio: es un poderoso concentrador y transmisor de energía. Dudamel es un tremendo director y está llamado a hacer cosas muy grandes.

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