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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El tablero se mueve

Israel celebrará elecciones en 2009 con una nueva expectativa de paz en Oriente Próximo

El tablero político israelí es, quizás, el más enrevesado del mundo. La líder de Kadima, sucesora in péctore de Ehud Olmert, Tzipi Livni, ha fracasado en su intento de formar Gobierno porque el partido religioso sefardí Shas pedía subsidios sin fin para sus escuelas y se negaba a que se negociara sobre Jerusalén, para seguir en la coalición. Por ello, el Parlamento israelí convocará elecciones para primeros de año, y lo sorprendente es que algunas variables, hasta ahora esquivas, apuntan a una convergencia que permitiría hablar seriamente de paz con la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas.

La primera de ellas es que, al rechazar el chantaje de Shas, la integridad de Livni ha subido muchos enteros ante la opinión y, según las encuestas, podría derrotar a la derecha del Likud que abandera Benjamin Netanyahu, duro entre los duros. La cosa no es baladí porque aunque está por demostrar que Kadima y Livni lleven consigo la voluntad de renuncia territorial que haría posible negociar la paz, sí lo está que Netanyahu, ex jefe de Gobierno, únicamente cree en la paz de la imposición y de la victoria militar.

Al mismo tiempo, el presidente israelí, Simón Peres, muestra súbitamente un interés llamativo por la iniciativa lanzada por la Liga Árabe en 2002, en la que se ofrecía la paz sin reservas y el reconocimiento de Israel por todos sus miembros, a cambio de la retirada completa de todos los territorios ocupados, incluida Jerusalén. El hecho de que en aquella fecha Peres, líder del laborismo, desechara con sarcasmo mal avisado la propuesta, no hace sino más interesante su cambio de opinión. Mudar es de sabios.

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Y en el otro lado de la negociación, Abbas anuncia la mejor disposición para poner en práctica el plan de reconciliación egipcio, anunciado el 19 de octubre, con el movimiento Hamás, que domina en Gaza y que ya había dicho que está dispuesto a discutir la unificación sobre esas bases. Y, evidentemente, sin una unidad del movimiento palestino no tiene objeto negociar, porque una parte anularía lo que decidiera la otra, si no se contaba con su anuencia previa.

Son muchos interrogantes, posibilidades abiertas y expectativas de difícil resolución. El mundo ya ha estado ahí antes y todo ha acabado en la más absoluta frustración. Pero nadie tiene derecho a no estudiar cualquier iniciativa seria de paz. El voto de Israel tiene la palabra.

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