El hombre necesario
La transición fue posible porque algunos, muy pocos, entre ellos Cuevas, la hicieron posible. Cuevas y yo éramos viejos amigos de otras singladuras. Cuando era evidente que el andamiaje del viejo sistema se caía sin remedio me preguntó si, como parecía lógico, me aprestaba a incorporarme tras las inminentes elecciones generales al Congreso de los Diputados, o a un puesto directivo en la próxima Administración. Le contesté a la gallega, inquiriéndole la intención de la pregunta. Me replicó que, a su juicio, una estructura democrática necesitaba de sindicatos libres y fuertes, no dependientes del Estado, y de organizaciones patronales del mismo carácter y, a su juicio, yo podría desempeñar algún papel en la tarea de construir la segunda.
Cuando tenía lugar la conversación (1977), la patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional había decidido participar de modo beligerante en la fundación de una organización patronal lo más representativa posible, y estaba dispuesta incluso a desprenderse, para ello, de su líder: Carlos Ferrer Salat.
A los pocos meses devolvía la "pelota" a José María Cuevas, y le manifesté que el elenco directivo de lo que después fue la CEOE, contaba con él para presidir la Comisión de Relaciones Laborales. Ahí empezó el compromiso de Cuevas con el empresariado español. Ha durado 30 años.
No ha sido tarea fácil. En efecto, actuar en la contraposición de intereses para después acordar es una obra de ingeniería dialéctica que requiere siempre buen tino, conciencia clara de los objetivos y, sobre todo, respeto y reconocer al contrario. Cuevas disponía sobradamente de dichas cualidades.
La concertación no hubiera sido posible sin la previa asunción de que en una sociedad democrática, los equilibrios se consiguen tras debates abiertos en los que sindicatos y patronales son conscientes de sus propias insuficiencias, y de la pequeñez de sus intereses frente al interés nacional. En este sentido, Cuevas era un patriota y, sin duda, el hombre necesario que la CEOE recluta para sortear los escollos de un pasado histórico y muy difícil, hoy afortunadamente irrepetible.
Hay momentos en la historia de un pueblo en los que el liderazgo obliga a actuar contracorriente y afectar incomodidades mil, e incluso a no ser políticamente correcto. Cuevas asumió esa impronta con total naturalidad, y probablemente por esa razón el empresariado español le otorgó su confianza durante muchos años. La certidumbre de que se debía a muchos y debía devolver con intereses la fe recibida ha acabado con su vida. Para defenderse de una salud maltrecha trataba, como dicen los castizos, de "pasar". Es obvio que no lo consiguió. Por fin descasará en paz.
Luis Fabián Márquez es presidente de Analistas de Relaciones Industriales.
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