Sombras chinescas
Hu Jia nació en 1973 en Pekín, y el Parlamento Europeo acaba de otorgarle el Premio Sajárov, que destaca cada año a una persona o grupo por su defensa de los derechos humanos y la democracia. Las autoridades chinas se lo estaban temiendo, así que el portavoz de Exteriores, Qin Gang, se apresuró hace unos días a decir: "Conceder el premio a tal criminal es una interferencia en los asuntos internos y la soberanía judicial de China". Ese remoto, inmenso y desconocido país ha saltado hace poco a la televisión para dar el do de pecho con las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos, y el resto del mundo se ha quedado sin habla. Mudos como están, salen corriendo a rendirle pleitesía al nuevo coloso. Conviene acordarse de que sus autoridades se refieren a algunos de sus ciudadanos utilizando ese tono: "Tal criminal".
¿Y qué ha hecho Hu Jia? Por remitirse a una versión oficial, el tribunal que lo condenó en abril de 2008 a tres años y medio de arresto domiciliario por "incitar a la subversión del Estado" presentó como pruebas de sus desmanes "la publicación de artículos dentro y fuera de China y aceptar entrevistas con la prensa extranjera".
Así que ésos son sus crímenes: escribir y hablar. Pues que se pudra en casa, y que no moleste. En 2004 se le ocurrió encender velas en la plaza de Tiananmen por el 15º aniversario de la matanza que provocó el régimen entre los que se manifestaban por la democracia. Hu Jia había empezado su activismo defendiendo el medio ambiente y a los afectados de sida.
Un serio peligro, sin duda. En el informe de Amnistía Internacional sobre derechos humanos hecho público en 2008 se calcula que en China, a pesar de que las estadísticas sobre la pena de muerte son allí secreto de Estado, fueron ejecutadas en 2007 unas 470 personas. Song Zhe, el embajador chino ante la Unión Europea, le había dicho hace poco a Hans-Gert Pöttering, presidente de la Cámara, que si le daban el premio a Hu Jia eso "heriría de nuevo al pueblo chino". No dijo exactamente a cuántos de sus más de 1.300 millones de habitantes. ¡Qué tipos tan sensibles! ¡Cómo les afecta la voz de los disidentes! Y qué torpeza de Europa, ¡premiar a "tal criminal"!
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