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Comienza el derribo de la cárcel de Carabanchel

La policía desaloja a 30 personas que vivían en la prisión madrileña

La piqueta no entiende de historia. Ni de memoria. Ayer, sin embargo, procuró una fotografía para la posteridad. Pocos minutos antes de la una de la tarde, una máquina retroexcavadora de grandes dimensiones golpeaba con violencia uno de los muros de los antiguos talleres penitenciarios de la cárcel de Carabanchel (Madrid). Con su derribo se puso en marcha el reloj que marcará el fin de la prisión de referencia de la dictadura, por la que pasaron durante años miles de represaliados políticos y sociales del franquismo.

Tras el primer golpe, cinco máquinas y una docena de trabajadores continuaron hasta bien entrada la noche con su labor de demolición, que incluso llegó a una de las galerías de presos, la conocida como galería 6, cuyas tripas podían verse ya a media tarde mientras era, poco a poco, reducida a escombros.

Antes, por la mañana, agentes de la Comisaría de Carabanchel y trabajadores del Samur (urgencias) Social supervisaron el desalojo de las aproximadamente 30 personas que aún permanecían en un extremo del recinto. Dos familias volverán a Rumanía con el dinero que les aporte el Ayuntamiento. Otras dos fueron enviadas a los campamentos municipales de atención a la población inmigrante. Una persona ingresó en un centro de acogida. "El resto han rechazado nuestra ayuda", explicó un portavoz municipal.

Quedan todavía dos familias: una de ellas, la de Kosty, a Rumania; la otra, la de Ghearghe, de 23 años y embarazada, a alguna parte de Madrid. "Mira cómo nos tratan. No nos dejan salir y entrar. Esto es todavía una cárcel", gritaba rabiosa la mujer. Según ella, las familias que se marcharon por la mañana recibieron 200 euros cada una. El Ayuntamiento negó haber pagado a nadie.

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