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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Relatos de la ciudad

Pocos meses antes de morir, Xavier Miserachs se quejaba en una entrevista a este diario de la poca atención que las instituciones dedicaban a la fotografía documental en comparación con la fotografía artística. Se diría que los tiempos están cambiando. El Macba inauguró el miércoles la exposición Archivo universal. La condición del documento y la utopía fotográfica moderna, título ambicioso. Son más de 2.000 fotografías distribuidas en dos plantas que dejan al visitante tan exhausto como el protagonista de El proceso: ese archivo se convierte en un territorio laberíntico de propuestas del que no es fácil hallar la salida. Sin duda, ese efecto abrumador es buscado por sus ideólogos, Jorge Ribalta y Joan Roca.

El núcleo generador de la exposición del Macba es el encargo a 16 fotógrafos de retratar la ciudad actual

A quien se pase por el Macba le conviene así restringir el campo. Tiempo tendrá (hasta principios de enero) para abrirlo en sucesivas visitas, si así lo desea. Quien les escribe dejó de lado la parte histórica internacional -integrada por grandes nombres, como Abbot, Hine y El Lissitzky- e incluso la local -el llamado "neorrealismo": Català-Roca, Joan Colom y el propio Miserachs- para centrarse en lo que fue el núcleo generador de la exhibición, el encargo realizado a 16 fotógrafos de que retrataran la ciudad actual, en una suerte de "misión" para captar las difusas transformaciones en curso. Aun así, la variedad de puntos de vista resulta espectacular, por lo que no es cuestión de reseñarlos uno por uno. Me quedé con algunos reportajes "humanos": los retratos de Ahlam Shibli de inmigrantes que asisten a personas mayores y los de Gilles Saussier de chinos instalados en el barrio de Fondo de Santa Coloma. De las "élites urbanas" captadas por el objetivo de Patrick Faigenbaum me sorprendió el retrato de José Montilla: sin gafas, con el gesto recogido, parece una figurilla muy frágil bajo el peso de uno de los capiteles góticos del Palau de la Generalitat y de una enorme bandera cuatribarrada. En cuando a las miradas más intencionadamente urbanísticas, es poderoso el trabajo realizado por David Goldblatt en los alrededores de la nueva terminal del aeropuerto, inquietante el paseo de Xavier Basiana y Ana Muller por las casitas adosadas de nuestras periferias, sorprendente el recorrido de Manolo Laguillo por la Gran Via, de la plaza de Espanya a la de Europa, y absolutamente novedosa la visión de Andrea Robbins y Max Becher del Barri Gòtic como lugar de texturas superpuestas: la piedra más o menos original y junto a ella, sin solución de continuidad, el ladrillo, el cemento, el asfalto.

Por contraste con las fábricas vacías del Poblenou de Lothar Baumgartner, me llamó la atención el trabajo de Marc Pataut sobre una cadena de montaje de la Seat. Fotos en blanco y negro de monstruos metálicos, cuyas vísceras están hechas de discos, cables, amortiguadores y bloques de acero, entre los que pululan distantes trabajadores. En el texto que acompaña esas turbadoras imágenes Pataut explica la dificultad para realizar el trabajo: departamentos de comunicación, permisos, limitaciones de tiempo, imposibilidad de establecer contacto con las personas retratadas (de nuevo, El proceso). "Mis imágenes no muestran la alienación laboral; en el mejor de los casos, exponen el final histórico de un modelo de producción industrial en este principio de milenio. Finalmente, sólo trabajé dos veces durante dos días en la fábrica. Jamás había hecho tantas fotos en tan poco tiempo", escribe.

En la recepción que tuvo lugar tras la inauguración, en la antigua fábrica Moritz -otra fábrica vacía, en reestructuración-, le pregunté a Pataut si más bien no había retratado su propia alienación. "Es posible. En cierto modo, es un relato sobre la imposibilidad de relatar. Pero el relato está de vuelta, como demuestra el fontanero Joe". Y como demuestra la propia exposición, relato abierto y múltiple de la ciudad.

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