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Los afectados por el acoso inmobiliario en Getxo relatan su "martirio"

El País

La familia que habitaba la planta baja de la casa Tangora de Getxo ha relatado las amenazas, los destrozos y el "miedo constante por el hostigamiento" que padeció durante los 14 meses que sufrió el acoso por parte de un empresario, que había cedido su piso a un grupo de gitanos para lograr que el resto de vecinos abandonaran el edificio, según las acusaciones. Fue "un martirio", señalaron en su declaración en la vista que se sigue en el Juzgado número 2 de lo Penal de Bilbao por un posible caso de acoso inmobiliario ocurrido en 2003 y 2004. Las víctimas de estos hechos -un matrimonio y su hijo- relataron que el empresario acusado les había ofrecido dinero si renunciaban a comprar su vivienda, puesto que quería hacerse con todo el palacete. Tras negarse, urdió la trama para "hacernos la vida imposible".

Una de las víctimas, la madre de la familia que habitaba en la planta baja del edificio, detalló, visiblemente afectada, los golpes que a cualquier hora venían del piso de arriba donde se había instalado una familia muy numerosa de gitanos, además de las inundaciones con "ríos de agua" que sufrieron, los destrozos, "las juergas y los taconeos de madrugada".

"No era casualidad"

Recordó que sus tres vecinos y ahora acusados, junto a decenas de personas más con las que convivían, arrojaban al jardín comida, jeringuillas, pañales sucios, colchones y electrodomésticos. "Cuando yo trataba de limpiarlo, se reían y tiraban más basura". Según declaró, "no puede ser que todas las tuberías se rompieran a la vez sobre mi techo", que durante horas cayeran litros de agua y que luego cesaran hasta el día siguiente. "Y no es casualidad que, de todos los coches aparcados en la calle, sólo los nuestros" sufrieran destrozos y aparecieran impregnados de excrementos.

Esa situación de "gran tensión" empezó a ser especialmente dura para ella cuando una de las mujeres de esa familia le paró un día para decirle que iban a entrar en su propiedad "por las buenas o por las malas". El médico de cabecera de la familia afectada reveló que, debido al estrés que les generó el acoso, tanto la mujer como su hijo se vieron muy angustiados y que, durante el tiempo que duró la convivencia con sus vecinos, ella tomó antidepresivos y ansiolíticos, mientras el niño fue a terapia psicológica. El "martirio", dijeron, terminó cuando un juzgado de Getxo ordenó el desalojo de la familia gitana.

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