Mentiras
Qué triste, pero también qué fascinante la noticia sobre la posible delación juvenil de ese espléndido escritor que es Milan Kundera. Si es cierto que lo hizo, el asunto probaría una vez más los abismos de miseria a los que somos capaces de llegar absolutamente todos los humanos, y el terrible daño moral que provocan las dictaduras, corrompiendo las sociedades y fomentando lo peor de las personas. Pero aún me parece más interesante la respuesta de Kundera ante la acusación: su negativa es tan categórica que resulta veraz. Puede que sea inocente; o puede, y esto me parece más probable, que lo haya olvidado. Nuestra memoria miente todo el rato, maquilla y reescribe constantemente nuestro pasado para hacerlo manejable y asumible, y aunque olvidar algo así de gordo parezca imposible, los psicoanalistas saben bien que abundan los olvidos descomunales. Simplemente uno se fabrica otra versión.
Y es que los humanos somos mentirosos por naturaleza. Los investigadores no terminan de ponerse de acuerdo sobre cuantas patrañas decimos, pero todos coinciden en que es imposible pasarse un solo día sin mentir. Encuestas no relacionadas entre sí y hechas en Italia, Reino Unido y México han proporcionado un resultado similar: la gente confiesa que cada día suelta unas cuatro mentiras. De manera que probablemente ésa sea la media de lo que creemos que mentimos, aunque la cifra real puede ser más alta, porque no somos conscientes de muchas de las falsedades que utilizamos. De hecho, hay investigadores, como Genevieve Bell, que aseguran que mentimos entre seis y 200 veces cada día. Es una curiosa pregunta para hacerse: ¿en cuántas ocasiones he mentido hoy? ¿Cuando llegué tarde y conté que había tráfico? ¿Cuando le comenté al compañero de oficina que su horroroso traje era muy elegante? ¿Cuando dije te quiero?
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