El gran agujero
Los datos económicos confirman que EE UU está en recesión. Las comparaciones con anteriores depresiones demuestran que ésta podría ser de las peores que se recuerdan. Una mala política pública podría prolongar e intensificar el dolor.
La caída del 2,8% en la producción industrial estadounidense en septiembre, la mayor desde 1974, se debió en parte a los huracanes y a la huelga de Boeing. No obstante, la caída del 4,5% respecto al porcentaje del año pasado es un signo claro de la contracción económica. De manera similar, la caída del 1,2% en las ventas al por menor, tras un descenso algo menor en agosto, indica una significativa escasez de demanda de los consumidores.
Sumados, estos dos factores contradicen el optimismo injustificado que suscitó el fuerte aumento del 2,8% que experimentaba el producto interior bruto en el segundo trimestre. También muestran un impulso de contracción económica mayor que en 2001 o en los primeros años de la década de 1990. En consecuencia, la recesión será probablemente profunda, comparable a la de 1974 y a las recesiones de doble pendiente de 1980-1982.
También será prolongada. El nuevo mínimo alcanzado por el índice de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios en septiembre demuestra que la caída del mercado inmobiliario dista mucho de nivelarse. Y eso causará más problemas de crédito, intensificando la ya fuerte restricción financiera al endeudamiento y al gasto de los consumidores.
Por otra parte, a pesar de la baja inflación mensual registrada, ese problema no ha desaparecido. El índice de precios al consumo de septiembre subió un 4,9% respecto al del año anterior, y el índice de precios de productor subió un 8,7%. El déficit presupuestario, ya elevado por las ayudas públicas al sistema bancario y por los nuevos planes de gasto, recibió otro golpe por culpa de la inflación: la variante del IPC usada para indexar los pagos de Seguridad Social y las exenciones tributarias subía un 5,8%, lo cual aumentará la carga sobre las finanzas públicas.
Con una inflación sustancial y un déficit fiscal cercano a los 750.000 millones de euros, tanto las políticas fiscales como las monetarias están sometidas a tensión. Los gastos y las exenciones tributarias para luchar contra la recesión empeorarán el déficit. Por consiguiente, el Estado corre el riesgo de provocar una recesión de doble pendiente, en la que sus gastos abortan la caída inicial pero producen una nueva contracción, al verse obligado a endurecer las políticas fiscales y monetarias.
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