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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush da un giro radical

El plan de rescate supone una intervención masiva del Gobierno en la banca, inaudita en EE UU

El secretario del Tesoro de EE UU, Henry Paulson, ha ido modificando paulatinamente su plan de rescate hasta convertirlo en seguidismo e imitación del plan británico de salvamento bancario, cuya idea fundamental es la participación en el capital de los bancos afectados cuando éstos lo soliciten. En consecuencia, el Tesoro anuncia que destinará 250.000 millones de dólares a comprar acciones preferentes de las entidades para fortalecer su capitalización. Desde la idea inicial de comprar los activos tóxicos, la Administración estadounidense se ha convencido de las virtudes de la intervención en el capital, una copia de la nacionalización parcial y temporal de la banca aplicada por el premier británico Gordon Brown, aunque Washington no tendrá derechos de voto en las entidades a las que ayude.

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El criterio más importante para ejecutar un programa de rescate bancario es la rapidez. Las demoras provocan caídas bancarias y daños en la financiación de las empresas. Algunos políticos y economistas consideran que el plan tardó en aprobarse y el retraso se pagará con menos crecimiento y más paro. Pero, además, es imprescindible que los planes de salvamento sean bien recibidos por los inversores y garanticen en la medida de lo posible que los contribuyentes recuperarán el dinero empleado. La compra de acciones preferentes, aunque no exenta de riesgos, permite introducir capital fresco con efecto multiplicador, intervenir directamente en el capital de la entidad, controlar que no se vuelve a traficar con activos deteriorados o que los directivos no se suban los sueldos y obtener al mismo tiempo la rentabilidad de mercado. Paulson y Bernanke han aceptado las excelencias de la fórmula británica a sabiendas de que, por añadidura, es más fácil de aceptar por los votantes.

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La reacción de los mercados y la aceptación complaciente del plan no implican que haya terminado la crisis bancaria. Tan sólo servirá para recomponer, con el paso de las semanas, el flujo relativamente normal del crédito, bien entendido que las condiciones de los préstamos serán notablemente más duras que antes del crash. Quedan meses de trabajo conjunto de los bancos, la Administración, los auditores y las agencias de rating para detectar los activos tóxicos y sanear los balances. Y sigue pesando la amenaza de la recesión sobre la economía estadounidense y sobre varios países de la eurozona.

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