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Columna
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Después de la Volvo

Con la partida de los barcos que participan en la Volvo Ocean, Alicante puso fin el sábado a unas jornadas que han resultado particularmente intensas para la ciudad. La visita de los Reyes, la presencia del Gobierno Camps, la entrega de los premios Rey Jaime I, y la propia salida de la regata, han permitido a los alicantinos sentirse importantes durante unas jornadas. No tiene el alicantino muchas ocasiones de ejercer el protagonismo y, quizá por eso, ha disfrutado estos días de un modo especial, abarrotando los recintos. Tras el éxito de la Volvo, la desatención hacia Alicante que algunos reprochaban a Francisco Camps, ha quedado conjurada. No creo que oigamos hablar del tema durante muchos meses. Si algo ha fallado en el espectáculo -gran espectáculo- ha sido el tiempo: la imagen que la ciudad presentó el sábado estaba más próxima a la de cualquier puerto del norte de Europa que a la habitual.

¿Qué ha supuesto la Volvo para Alicante? Durante unos meses, hemos tenido la impresión de que la ciudad aparcaba sus problemas en espera de la Volvo. De no ser por la dimisión de Díaz Alperi, y la crisis económica que movilizó a los empresarios, no se habría hablado de otra cosa en Alicante. Es lo que tienen los grandes acontecimientos deportivos: generan unas expectativas tan enormes que, durante un tiempo, todo gira en torno a ellos y no pensamos en otra cosa. ¿Ha respondido la regata a las aspiraciones que había despertado? Es probable que sí, aunque en un grado menor del que se esperaba: el efecto publicitario de la Volvo no es, evidentemente, el de la Copa del América, y su atractivo resulta inferior.

El resultado más llamativo y que ha tenido un mayor efecto entre la población, es el de las nuevas instalaciones públicas que se han construido en el puerto. No todo el mundo está de acuerdo con su calidad estética, pero este es un problema habitual en Alicante, donde no se le da importancia a la buena arquitectura. El alicantino estima más los beneficios del clima que el carácter de los edificios. De cualquier modo, el espacio ganado al puerto es valioso, y habrá que ver ahora cómo se integra en la ciudad. Quienes más contentos parecen haber quedado con la regata son los hoteleros. Como es natural, los hoteleros aspiran a llenar sus hoteles y, si la pretensión se cumple, ya están satisfechos. Si por ellos fuera, habría que celebrar un acontecimiento todos los meses.

¿Ha mejorado la Volvo la imagen de Alicante? ¿Tendrá algún efecto la regata en el futuro turístico de la ciudad? La pregunta es difícil de responder cuando tratamos de hacerlo con datos en la mano, que es como deben juzgarse estas cosas. En cambio, resulta fácil anunciar que Alicante ha sido la capital mundial de la vela durante el pasado fin de semana. Para considerar a la Volvo un éxito -pensando, claro está, en el porvenir de Alicante- ha faltado ese complemento capaz de transformar el acontecimiento deportivo en un efecto publicitario preciso. Se ha echado en falta una campaña de publicidad que asociara el nombre de Alicante a sus posibilidades turísticas. No he visto que se haya hecho nada esto. En las referencias que he encontrado en la prensa nacional o en la internacional, se menciona el nombre de Alicante numerosas veces, pero es para destacar, sobre todo, la regata; pocas veces, por no decir ninguna, se habla de la ciudad.

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