No, estúpidos
Las crisis son buenas para pensar. Un sugestivo punto de partida es la afirmación de Benedicto XVI, el Papa más intelectual: "El dinero no es nada". Me recordó la conversación matemática que atribuyen a dos surrealistas bilbaínos. "Pues a mí el resultado de la operación me da infinito", dice uno, algo perplejo. Y responde el otro: "¿Infinito? ¡Me parece poco!". Está claro que el Papa, como los caballeros andantes y los grandes banqueros, no puede llevar dinero suelto en el bolsillo. En El Quijote, cuando el héroe necesita unos reales tiene que pedírselos a Sancho. Hay un libro que trata sobre la idea del Alzheimer de Dios. El ser humano sería un instrumento divino para recordar, para descender de la infinitud y lo intemporal. Esa gran cabriola que va de la gran nada original a Liza Minnelli cantando al dinero mágico en Cabaret. Las crisis son buenas para pensar, sí, pero también para vender espejismos. Dinero tóxico. Política tóxica. Periodismo tóxico. Es lo que está sucediendo con la operación para resucitar la energía nuclear. El viejo lobby, aprovechando la crisis, y con propagandistas reciclados, vuelve a las suyas para reactivar el negocio, pero esta vez con el engaño de ofrecer el infinito. Presentarse como la energía limpia que puede frenar el cambio climático. En El espejismo nuclear, un ensayo científico que atrapa como un thriller, Marcel Coderch y Núria Almirón desmontan el nuevo disfraz del "milagro salvador". En realidad, la energía nuclear, además de su trágico historial ecológico, ha sido uno de los mayores desastres económicos para la humanidad, con problemas "infinitos", como la basura radiactiva. Ahora se habla de construir 400 nuevas centrales y las grandes potencias recorren el mundo vendiendo el espejismo y, de paso, reventando el Tratado de No Proliferación. Es la locura final. La opción cianuro. Hay que perfilar el antiguo eslogan de ¿Nucleares? No, gracias. ¿Nucleares? No, estúpidos.
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