La nueva falange italiana
"Somos la nueva falange", saluda Berlusconi a sus socios posfascistas ante su determinación en arrasar los campamentos gitanos. Umberto Bossi, otro de sus secuaces de la Liga Norte, advierte: "No sé lo que hará la izquierda, pero nosotros estamos preparados. Los fusiles están calientes. Tenemos 300.000 mártires para combatir".
Y a pesar del tufillo a rancio fascismo, la Unión Europea dio luz verde a la elaboración de un censo gitano en Italia y dijo no ver medidas discriminatorias en ello. Sin embargo, el giro que toman los acontecimientos en ese país nos sumerge en un bucle que nos transporta hasta otra época. A otro tiempo donde, con casi idénticos argumentos de alarma social, se llevó a cabo el más sistemático exterminio humano de la historia: la solución final que dio origen al Holocausto.
También entonces, algunos seres humanos (judíos, gitanos o disidentes políticos) fueron censados e incluso marcados con un brazalete que evidenciaba su condición. La comunidad internacional no supo, o no quiso, identificar los signos y asistió con pasividad al desarrollo de los acontecimientos.
Cuando, tras finalizar la II Guerra Mundial, se supo la magnitud de este genocidio en masa, el mundo se conmocionó ante tanto horror. Ahora, como entonces (noche de los cristales rotos en Alemania), los actos de violencia contra los gitanos, y en general contra los emigrantes, se recrudecen amparados en el populista discurso de la seguridad ciudadana.
Las comunidades gitanas temen su confinación en campos de concentración, después de la quema de alguno de sus campamentos. Los padres y abuelos de algunos de ellos fueron perseguidos por los nazis y ahora su descendencia parece seguir el mismo camino.
Si al caldo de cultivo que supone la crisis económica añadimos el resurgir fascista en la política europea, tendremos el germen necesario para canalizar la ira y la frustración de los ciudadanos a través de la violencia xenófoba. Y no sabemos hasta dónde puede llegar todo esto.
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