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Pakistán y Afganistán realizarán patrullas conjuntas en la frontera

Un atentado contra un diputado de la provincia de Punjab causa 20 muertos

Ángeles Espinosa

El presidente de Pakistán, Alí Asif Zardari, accedió ayer a la formación de patrullas conjuntas con Afganistán para vigilar la frontera común, en especial en las regiones tribales donde se refugian talibanes y miembros de Al Qaeda. Aunque Washington y Kabul llevaban tiempo presionando en ese sentido, Islamabad se había resistido porque para muchos paquistaníes constituye una concesión intolerable. Su adopción ahora da una idea del grave deterioro de la seguridad en este país. Ayer mismo, otro suicida dejó una veintena de muertos al atentar contra un diputado de la oposición en la provincia de Punjab.

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"El presidente ha decidido autorizar las patrullas conjuntas con Afganistán para poner fin a las infiltraciones fronterizas", anunció la ministra de Información, Sherry Rehman. La decisión se produce después de que una serie de ataques estadounidenses contra objetivos en el lado paquistaní de la frontera hayan provocado la indignación de los paquistaníes y colocado en una situación muy difícil al recién elegido Zardari. De ahí que el comunicado emitido por Rehman haga hincapié en que Pakistán "no va a permitir actividades de tropas extranjeras en su territorio", y pida que si las fuerzas de la coalición que opera en Afganistán tienen información sobre el paradero de algún terrorista, "la compartan para que el Ejército paquistaní pueda actuar de inmediato".

Pero todas las cautelas del mundo no son capaces de disipar la desconfianza de los paquistaníes. "Sin duda, se trata de una decisión importante, pero está por ver que vaya a ayudar a reducir la tensión", declaraba escéptico el comentarista Zahid Husain nada más conocer la noticia. Otros iban más lejos y hablaban de una "concesión significativa a las fuerzas de la coalición, que ahora también van a actuar en nuestro lado de la frontera".

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La cuestión de la frontera con Afganistán resulta especialmente delicada. La demarcación trazada por los británicos en 1893, la llamada Línea Durand por el entonces secretario del Foreign Office sir Henry Mortimer Durand, dividió a los pastunes (y a los baluchis) entre dos Estados diferentes. Dada la predominancia pastún entre los afganos, sus Gobiernos nunca han reconocido -ni siquiera durante el régimen talibán- la que terminó convirtiéndose en frontera internacional. El fantasma de un gran Pastunistán siempre ha planeado sobre las relaciones de ambos vecinos.

Los pastunes constituyen la mitad de los cerca de 30 millones de afganos (no hay censo) y hasta un 20% de la población paquistaní, o sea unos 40 millones. Las aproximadamente 60 tribus, divididas en 400 clanes, se distribuyen a ambos lados de la Línea Durand, que tradicionalmente han cruzado al margen de los 186 puntos fronterizos que la salpican. Esos lazos familiares explican lo intrincado de las relaciones bilaterales más allá del terreno político.

Además, lo artificial de la linde se tradujo en un régimen especial de gobierno para las regiones fronterizas, que Pakistán heredó cuando alcanzó la independencia en 1947. De ahí que las Agencias Tribales Administradas Federalmente (FATA) tengan su propia milicia de guardafronteras y una suerte de extraterritorialidad por la que el Estado delega la administración de la ley en las asambleas tribales (yirgas) y los maliks o notables. Pero esa semiautonomía también ha tenido un alto coste en términos de desarrollo humano, ya que sus siete millones de habitantes (y la cifra es una estimación porque el último censo data de 1998) viven del contrabando, la pobreza supera el 60% (similar a la de Afganistán y dos veces la media nacional), el analfabetismo es rampante (alcanza al 97% de las mujeres y al 70,5% de los hombres) y el paro ronda el 80%.

En ese contexto, muchos analistas paquistaníes advierten del error que supone meter en el saco estadounidense del terrorismo global la desafección de esas regiones con el poder central, por mucho que se haya traducido en apoyo o infiltración de Al Qaeda. "Es un caso clásico de guerra civil", defiende el periodista Nusrat Yaved. En su opinión, "no existe una organización talibán, sino rebeliones localizadas que utilizan el lenguaje del islam para protestar contra el abandono del Estado y de las élites".

El general retirado Talaat Masud habla abiertamente de insurgencia porque "se trata de grupos que se oponen a la autoridad del Estado, operan al margen de él y están consolidando su poder". Todos coinciden en que las causas no son las mismas en Suat, que en Bayur o en Waziristán. Por eso, Masud señala que "aunque comparten algunas características, no existe una solución única; hay que atajar distintos problemas".

Mañana puede ser demasiado tarde. La rebelión no sólo ha desbordado las agencias tribales y llegado a distritos de la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste, sino que empieza a extender sus tentáculos fuera de ésta. Para quien no se hubiera enterado con el atentado del hotel Marriott de Islamabad, el ataque de ayer contra el diputado Rashid Akbar Nawani también se produjo en Punjab.

Soldados paquistaníes patrullan en la localidad de Damgar, en el valle de Suat (Provincia Fronteriza del Noroeste).
Soldados paquistaníes patrullan en la localidad de Damgar, en el valle de Suat (Provincia Fronteriza del Noroeste).ASSOCIATED PRESS
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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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