Autoridad
Ahora resulta que es aquí donde se estaban haciendo bien las cosas. La labor del Banco de España se ha revelado como el mejor seguro para bancos y cajas. El celo de la llamada "autoridad monetaria" ha impedido durante años excesivas alegrías en las inversiones y negocios. Nos ponen como ejemplo. Es por eso que cobra más valor, si cabe, el papel regulador que ha jugado desde siempre, y en los últimos años con mayor intensidad, el propio Banco. Una función, por tanto, bien valorada por todos excepto por parte de algunos que en su día trataron de ningunear dicha figura. En plena borrachera de poder, se recuerda cómo un conocido "cajero" sonreía con sorna cuando se le advertía de la opinión desfavorable de la propia autoridad monetaria a determinados proyectos en los que se había involucrado, como, por ejemplo, la compra de todo un banco en Argentina, a las puertas de la terrible crisis del corralito. "Autoridad monetaria dices, muchacho... estás desfasado. Eso ya se acabó con la Unión Europea", decía muy confiado él en sus profundos conocimientos financieros.
Afortunadamente, a nuestro hombre tal aventura no se la permitieron, precisamente porque dicha autoridad nunca vio con buenos ojos tan dudosa operación. El tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. El rigor y la seriedad, por un lado, y el aventurerismo y la arbitrariedad, por otro. La vigilancia a la que se someten cajas y bancos hace que algunos estén purgando sus culpas, refugiados en la cuneta de la historia bajo el manto protector de su señorito de siempre. Otros visitan juzgados y caros despachos de abogados para dar cuenta de su gestión. El resto, funcionando con normalidad y a salvo de tiburones ávidos de poder y de negocios oscuros. Todo ello, entre otras cosas, gracias a esa autoridad que algunos quisieron obviar en su día.
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