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El ejemplo de la Casa Bloc

Si a menudo hablamos y escribimos protestando de la degradación o incluso la desaparición de algunas piezas de arquitectura ejemplares, es bueno que señalemos también los esfuerzos y los aciertos -cuando los haya- dedicados a su conservación y recuperación. Sobre todo cuando nos referimos a arquitecturas modernas que no tienen la aureola protectora de la antigüedad ya venerable. Hoy, por ejemplo, podemos celebrar la última etapa de restauración del ámbito urbano de la Casa Bloc de Sant Andreu, el conjunto residencial construido justo antes de la Guerra Civil por el Comisariado de la Casa Obrera de la Generalitat, según un proyecto de los arquitectos del GATCPAC que fue la formulación programática de la política de vivienda de la autonomía republicana y, al mismo tiempo, una proclama a favor de la nueva arquitectura. Pero, por desgracia, la Casa Bloc no fue sólo la expresión de esas ilusiones y esos logros iniciales, sino también la muestra casi emblemática de las injurias del franquismo: los obreros catalanes a los que iba destinado el edificio tuvieron que ceder sus viviendas a los militares y policías españoles, la arquitectura social progresista fue prohibida y sustituida por la vulgaridad especulativa, y la Casa Bloc y su entorno urbano fueron mutilados gravemente. Hemos tardado -¿o tardaremos?- muchos años en recuperar una política de vivienda popular que, por las ideas y los programas más que por la cantidad, naturalmente, supere la de aquellos años cortos pero densos de la República.

Este edificio fue la formulación programática de la política de vivienda de la autonomía republicana
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La degradación de la Casa Bloc ha afectado a muchos aspectos: la simple conservación arquitectónica, abandonada durante años; la supresión de espacios y servicios públicos; la modificación incontrolada de las tipologías, y al final, la construcción de un nuevo bloque -el "bloque fantasma", como le suelen llamar- en un espacio que había sido verde, mutilando el concepto urbanístico del conjunto, planteado como una experiencia -casi un modelo- para operaciones urbanas futuras de mayor dimensión. La articulación en Z de toda la edificación, que provenía de las ideas de Le Corbusier y los racionalistas de la ciudad funcional, quedó casi sustituida por una sucesión de bloques lineales -armarios-dormitorio- como la de cualquier polígono de viviendas franquistas de la época. Primero, pues, se desmoronaron las viviendas y, al final, la urbanización del entorno. En conjunto, todo el contenido social y cultural.

Las obras de rehabilitación de las viviendas empezaron en 1997 gracias a un convenio del Incasol de la Generalitat con la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona. Recientemente, el pasado mes de julio, empezó el derribo del "bloque fantasma" después de una larga operación del Incasol que empezó con la recuperación de la titularidad del edificio por parte de la Generalitat y acabó con la recolocación de los usuarios. Esperamos que ese derribo se complementará enseguida con la remodelación del espacio público que habrá quedado libre. Es decir, se trata de la recuperación de una de las pocas experiencias ligadas a los intentos del tan citado como olvidado Plan Macià de Barcelona, redactado por el GATCPAC con la supervisión de Le Corbusier, que también falleció con la Guerra Civil.

Aunque han pasado los años y las circunstancias han cambiado, no sólo cualitativamente, sino sobre todo cuantitativamente, todavía podemos recoger unas lecciones de la experiencia de la Casa Bloc, aunque al final se frustraran. El aspecto más importante era, seguramente, la voluntad no sólo de ofrecer vivienda económica y asequible, sino de sugerir unas nuevas formas de convivencia y de identidad colectiva que, al mismo tiempo, se construían con una nueva racionalidad y se formalizaban según un urbanismo innovador, según un nuevo concepto de ciudad. Es sorprendente ver la cantidad de propuestas nuevas que el proyecto incluye. La disposición en dúplex, el acceso por pasillos comunitarios, la concentración de servicios y su relación con el verde público, las dimensiones, el sistema constructivo eran novedades que, seguramente, no estaban previstas ni en el hábito de los promotores ni siquiera en las normativas vigentes. Novedades que luego se han impuesto por sí solas cuando ya el público y las administraciones las han consensuado por el uso, aunque a menudo sin entender sus bases conceptuales, ciertamente revolucionarias.

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Hace unos meses el tema de la vivienda asequible era casi el tema político preeminente. Ahora, inexplicablemente, lo es menos porque la crisis financiera lo ha desplazado e incluso ha intentado disminuir su gravedad social. Pero habrá que volver a él, con el debido bagaje de la investigación y las propuestas programáticas. ¿Lograremos que los nuevos barrios sirvan para reconsiderar la normativa y proponer soluciones más allá de la respuesta económica de los mismos especulativos? ¿Lograremos que sean modelos como hubiera sido la Casa Bloc? De momento sólo tengo noticia de que el FAD está planteando un barrio experimental en el área metropolitana de Barcelona con la intención de promover modelos para una nueva etapa en nuestra política de vivienda. Puede ser una operación fundamental. Espero que sea un éxito y que, en segundo término, se aproveche como un homenaje a los arquitectos del GATCPAC y a los políticos republicanos, como precedente más importante en el esfuerzo por racionalizar, transformar y servir a la sociedad con la reconstitución de la ciudad.

Oriol Bohigas es arquitecto.

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