Sombras otoñales
Llega septiembre y la oscuridad precipita la noche acortando el día. Aquí, los cambios meteorológicos están relacionados con la posición respecto al Sol de esta bola chata y globalizada donde nacimos. Nos lo explicaban los viejos, y mal pagados, maestros entonces llamados nacionales sin demasiados libros de texto y con mucha imaginación: acercábamos y distanciábamos la yema del dedo índice del lado y de la parte superior de la llama de un fósforo, y aquellos pelados con alpargatas, hasta el más durillo de mollera, acababa comprendiendo que en verano, aunque más lejos del Sol, hacía más calor y los días eran más largos porque los rayos del astro rey nos caían perpendiculares.
A la vera del Mediterráneo, los colores otoñales no son tan perceptibles como en el interior: el clima marítimo favorece el verde plata permanente de olivos y carrascas, y el oscuro de los naranjos. Las sombras sí se perciben puntuales estos días como la vuelta a la escuela o la reanudación de la actividad pública. Otras sombras y oscuridades nada climáticas del País Valenciano siguen ahí; no se deciden abandonarnos en ninguna de las cuatro estaciones.
Una de ella es la sombra que se prolonga desde hace varias décadas sobre el sistema educativo: la decadencia de lo público y el auge de lo privado; reformas y contrarreformas llenas de improvisaciones y bellas palabras que halagan los oídos y que se ven desmentidas por la realidad; copia de modelos escolares foráneos que tampoco funcionaron bien en los países donde aparecieron o se implantaron -echen una mirada al sistema o sistemas educativos públicos y privados de los Estados Unidos o de Escocia; compárese la teoría y la realidad de la llamada comprehensive school y su relación con la Logse, o la polémica esporádica que se suscita en Alemania cada vez que alguien habla de implantar una Gesamtschule que es lo más parecido a lo que tenemos aquí-. Pero ahí está la sombra y cada septiembre decae un poco la escuela pública y aumenta un poco la matrícula de escolares en la privada. No todo es achacable a los barracones o aulas prefabricadas; o a la implantación sin consenso y sin demasiado tino de nuevas asignaturas -que jamás serán como las matemáticas porque no puede serlo- como la Educación para la Ciudadanía; o el menos tino y el menos consenso por estos pagos valencianos que hay para impartirla en inglés o en urdu. Parece como si hados fatídicos se cebaran en la cuestión escolar, aunque si se reflexiona todo tiene una explicación o una autocrítica posible entre los reformadores y contra reformadores, progresistas o conservadores. Pero ahí sigue la sombra un poco más perceptible cada septiembre cuando apunta el otoño para desazón de maestros y desorientación de escolares.
Y hay sombras silenciosas este otoño que pasan como inadvertidas como la que representa la pacífica lucha por el liderazgo en el principal partido de la oposición valenciano -tan falto de un auténtico liderazgo y de ideas claras para alcanzar el gobierno autonómico y que no se eternice en el mismo la derecha-. Y las hay desagradables como la arrogancia política y diaria del provincial presidente de la no menos provincial Diputación del norte valenciano: el tabernario insulto al alcalde de Benicàssim es el enésimo episodio. Entre tanta sombra perenne y molesta, cabe sólo quedarse con la otoñal, la que prolonga la cima del cerro y se contempla mientras buscamos setas.
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