Las uvas de Mariano
Mariano Rajoy debería escuchar la canción El fantasma de Tom Joad, de Bruce Springsteen.
Inspirada en la novela de John Steinbeck Las uvas de la ira, el músico de New Jersey describe la miserable vida de miles de emigrantes que cruzan la frontera en busca de la tierra prometida. Han conseguido un billete de ida, pero lo único que lograrán al final de la jornada es un plato de sopa bajo un puente y si se descuidan un balazo en el estómago. Son gentes sin casa, sin trabajo, sin paz, sin descanso, canta Springsteen. A los que en la noche, a la luz de las hogueras, se les aparece el fantasma de Tom Joad.
He recordado esta canción y la película de John Ford sobre las desventuras de Tom Joad, el protagonista de Las uvas de la ira, al escuchar la infamia que el presidente del PP, Mariano Rajoy, ha vertido contra los inmigrantes. Y de refilón, contra los andaluces. Otra más.
Rajoy ha dicho: "Hay 180.000 extranjeros cobrando el seguro de desempleo y ya volvemos a tiempos pasados: ya hay 20.000 andaluces que han pedido trabajo en la vendimia francesa".
Las dos cosas son ciertas, con matices. Es verdad que hay todos esos "extranjeros" que cobran una prestación por desempleo. Tienen derecho. Sólo están recibiendo parte del dinero que pagaron al Estado cuando trabajaban legalmente en este país. Y en efecto, hay unos 20.000 andaluces, según UGT y CC OO, que este año han "pedido" acudir a la vendimia en Francia.
El matiz: como le ha recordado el vicepresidente del Gobierno andaluz, Gaspar Zarrías, los que al final han logrado este año un trabajo en la vendimia francesa son 8.450, menos que los 11.000 que hicieron la campaña en 2001, cuando Rajoy era vicepresidente del Gobierno y Javier Arenas secretario general del PP. Y desde luego, muchos menos que los 100.000 españoles que faenaban en la década de los setenta en la vendimia gala.
Las afirmaciones de Rajoy, avaladas por Arenas, han provocado un aluvión de críticas. Se le ha comparado con el fascista Le Pen y el xenófobo Berlusconi. El presidente popular quiso matizar sus palabras al día siguiente. Pero, como tantas otras veces, para decir una simpleza: "Yo creo que la ley debe cumplirse y que los extranjeros tienen todo el derecho a cobrar el paro". Pues claro, señor Rajoy. La ley, todas las leyes, están para ser cumplidas. Por cierto: también la que obliga a impartir Educación para la Ciudadanía.
Pero vayamos al grano: Rajoy sabía perfectamente lo que decía en su primera declaración. No es la primera vez, ni será la última, en que agite las más bajas pasiones al mezclar intencionadamente tres palabras: inmigrantes, delincuencia y paro, a las que les cuelga el apellido socialista. Rajoy y Arenas creen que en la manipulación de los peores instintos xenófobos hay un puñado de votos.
Ciudadanos poco advertidos pueden dejarse atrapar por ese discurso inmoral y racista. Por ello, hay que reaccionar con firmeza. Como han respondido los líderes sindicales andaluces.
Manuel Pastrana, secretario general de UGT Andalucía, está convencido de que Rajoy no cometió "un desliz", sino que "es una posición política que siembra el odio al inmigrante". Francisco Carbonero, máximo responsable de Comisiones Obreras, replicó que si los españoles prefieren trabajar en la vendimia francesa, será por algo. Por ejemplo, porque cobran un 50% más y las condiciones laborales que se les ofertan son infinitamente mejores. "Que los empresarios andaluces dignifiquen el trabajo", reclama Carbonero.
Escuche a Springsteen, señor Rajoy, y cambie el rumbo. Oiga lo que canta el fantasma de Tom Joad: "Allá donde esté llorando un niño hambriento, allá donde alguien luche por un lugar donde vivir, o por tener un trabajo decente, en cualquier lugar donde alguien luche por ser libre, allí estaré".
Allí estaremos muchos. ¿Se apunta?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.