El bufete de Del Valle blanqueó 12 millones de euros de origen criminal
La Fiscalía Anticorrupción ha concluido su investigación sobre la trama de blanqueo masivo de dinero desarticulada en Marbella en la Operación policial Ballena Blanca desplegada en marzo de 2005. El escrito entregado ayer al Juzgado 5 de Marbella por el fiscal Juan Carlos López Caballero detalla la trama organizada para blanquear 12 millones de euros procedentes de la actividad de mafias criminales a través del despacho de abogados que dirigía el chileno Fernando del Valle.
Este letrado tejió una telaraña empresarial para garantizar el anonimato de sus clientes, generalmente extranjeros dedicados a la delincuencia.
El fiscal ha concluido que hasta 18 personas intervinieron en la trama corrupta y pide que se abra juicio oral contra ellos. Entre los acusados figuran dos notarios, el equipo de Del Valle y algunos de sus principales clientes. El fiscal no le concede ni el beneficio de la duda al abogado: "La condición [delictiva] de los clientes era perfectamente conocida en algunos casos por Fernando del Valle, así como por sus más próximos colaboradores, lo cual no impidió que se prestaran a colaborar con ellos en la constitución de esas sociedades, usadas de tapadera para ocultar la procedencia delictiva del dinero invertido en España, de modo que formalmente no pudieran vincularse los fondos con su verdadero dueño".
El frenesí blanqueador de Del Valle lo apunta el hecho de que, hasta su detención, el abogado participaba en 194 sociedades extranjeras, 143 con sede en el Estado norteamericano de Delaware, cuyo permisivo sistema fiscal favorece la opacidad y otras 39 en paraísos fiscales (Gibraltar, isla de Man, Panamá, Islas Vírgenes...). Del Valle controlaba 523 sociedades, entre firmas nacionales y foráneas. El abogado alegó que buscaba la mayor rentabilidad y opacidad para sus clientes por mero beneficio fiscal, pero que ignoraba el origen del dinero. El perfil de sus clientes le delata. Son lo peor de cada país, de cada mafia. No se le coló un delincuente, se le colaron una decena de capos de varias mafias.
- Sophian Hambli, la conexión turca. A raíz de una comisión rogatoria de Francia -donde se halla preso por su relación con el tráfico de drogas a gran escala-, se descubrió que sus ganancias eran gestionadas en España por su suegro, Mabrouk Chebicheb, afincado en la Costa del Sol, que le diseñó toda una cadena de testaferros. Blanqueó 1,5 millones de euros a través de Del Valle.
Djamel Talhi, la conexión argelina. Acudió al despacho de Del Valle para camuflar sus beneficios de la droga. Sólo le blanqueó 85.000 euros.
- Hervey y Karen Levin, conexión británica. Está relacionado con un fraude cometido en el Reino Unido, conocido como caso Eprom. Una firma del matrimonio pedía el pago por adelantado de componentes electrónicos que luego no entregaban. Así amasaron un botín de unos 227.000 euros. Del Valle se dedicó a blanquear este dinero.
- Aimo y María Voulatinen, conexión sueca. Aimo fue condenado en 1998 en Suecia a cuatro años de prisión por delitos fiscales y de doble contabilidad. Una vez más, el fruto del delito en el extranjero, encontró en España un paraíso del blanqueo de la mano del laborioso letrado chileno. En total, le puso a salvo de la ley un total de 780.000 euros.
- Artous Ramian, conexión iraní. Su currículo penal es amplio: homicidio doloso en grado de tentativa en Marbella y antecedentes en Estados Unidos por atraco, amenazas, tráfico de drogas, robo, detención ilegal, allanamiento de morada, y tenencia ilícita de armas. Y con una poderosa red de testaferros para canalizar sus ilícitas ganancias a España, donde Del Valle las ocultó y dio esplendor. Entre sus compinches se citaban rusos vinculados a la prostitución y al narcotráfico. La cuantía blanqueada a este delincuente se cifra en 1,5 millones de euros.
- Paul Leon Clemente, conexión francesa. Fue investigado en 1999 en España por tráfico de cocaína. Leon también está adscrito a un capo de la mafia marsellesa, Jean Gilbert Para, que alternaba el tráfico de drogas con el de armas, municiones y explosivos. Tal amigo marsellés desapareció secuestrado en Ronda. El propio Leon recibió un amistoso recado de algún socio descontento: un artefacto explosivo de gran potencia a la puerta de su casa en Marbella coronado por una moneda de 20 peniques. En lenguaje mafioso, le exigían una deuda por tráfico de drogas.
En 2000 contacta con Del Valle para blanquear 1,2 millones de euros. Leon controlaba un restaurante marbellí, Visconti, cuyos empleados, según el fiscal, contaban en su "inmensa mayoría" con antecedentes por narcotráfico. En ese restaurante se registró un crimen en diciembre de 2007.
Al servicio de amantes del anonimato
Fernando del Valle cumplía la opacidad que publicitaba al ofrecerse a todos aquellos "individuos que desean mantener el anonimato de sus inversiones". El problema sobrevino cuando esos discretos individuos resultaron destacados hampones. Del Valle creó en España a cada cliente una sociedad de responsabilidad limitada. Sus socios eran una persona jurídica extranjera radicada en el opaco estado norteamericano de Delaware o en un paraíso fiscal y fundada y gestionada por Del Valle (con el 99% del accionariado) y una persona física española (un subordinado de Del Valle, con el 1% restante).
El mafioso, a través de un escrito privado con Del Valle, mantenía el control de su sociedad extranjera. El sistema no sólo ocultaba el dueño real de la sociedad española, sino el flujo del dinero criminal.
¿Cuál era el truco? Que se abría una cuenta bancaria en España a nombre de la firma extranjera que copaba el accionariado de la firma constituida en España. La cuenta siempre tenía un único autorizado: Del Valle. Como las sociedades extranjeras tenían la condición de no residentes, cualquier traspaso que efectuase hacia su sociedad española participada figuraba como una inversión exterior directa. Y lo más importante: también figuraban como entradas del exterior las aportaciones en metálico que el letrado hacía en ellas en España a través de las distintas oficinas bancarias.
Por tanto, el fisco español sólo podía saber que una firma española se nutría de fondos de una desconocida empresa extranjera, con los que adquiría diferentes propiedades en la Costa del Sol.
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