Asesinato
Fueron haciendo la diana: Lorca era maricón, y espía ruso. Escondido en su piano tenía una radio con la que oía las órdenes soviéticas. Cuando le fueron a buscar por primera vez le gritaron eso: maricón, espía.
Afinaron la puntería: cuando abandonó la casa de su familia, para refugiarse en la de los Rosales, sus amigos, falangistas; los fascistas destrozaron la casa y el piano tratando de encontrar la radio. No había radio, había música.
Francisco Ayala, su paisano, fue a buscarlo una vez, mucho antes de la Guerra Civil, y se lo encontró ante ese piano, componiendo música. "Quédate, Paco, para qué tanta prisa". La música le calmaba, la poesía le exaltaba. La guerra le llenó de pavor.
En el libro de Gibson El hombre que detuvo a García Lorca se hace un recuento escalofriante de la persecución aviesa que condujo al asesinato. Su voz no está, él es leyenda. Y, sin embargo, cómo resuena el poeta asesinado. Su asesinato agrandó su eco, y hoy sigue gritando, como si la música fuera el dedo de su denuncia.
Con aquellos mimbres de Gibson hace veinte años que Juan Antonio Bardem abordó para TVE una serie sobre el martirio que ahora se vuelve a recordar como una metáfora de aquella barbarie. Bardem encontró los textos de un irlandés (Gibson) y, para representar a Lorca, la cara de un inglés, el actor Nikolas Grace, que había protagonizado el papel de un homosexual tartamudo en la serie Retorno a Brideshead, un éxito británico basado en la novela de Evelyn Waugh.
Los que ahora hablan con desdén (en la tele, por ejemplo) de la actual iniciativa de recuperar aquella memoria (y también la de Lorca) harían bien en volver a esa serie, y al libro de Gibson, para encontrarse con la bofetada de aquella ignominia.
La familia de Lorca parece que no quiere que se abra la fosa en la que su antepasado yace con otras víctimas de la misma tortura. La familia sabrá por qué. Mientras se sabe dónde yace su osamenta mancillada nadie puede borrar la cara asustada de aquel poeta que guardaba en el piano, tan sólo, la esperanza de seguir riendo.
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