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LA CALLE | De noche
Columna
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Prejuicios

Lluís Pellicer

¿Cómo es una buena fiesta cuando ya no se está en los años mozos? ¿Se sigue bailando y brincando hasta altas horas de la madrugada? Admito que antes de pasar por Trauma no tenía ni idea. Más bien creía que era universal lo de tomar una copa en un ambiente tranquilo. ¡Hasta dudaba de que una discoteca destinada a un público más maduro fuera rentable! Prejuicios.

La decoración de Trauma es peculiar. Mucha luz y colorido. Está repleto de motivos playeros. Pelotas de plástico cuelgan del techo. Es hasta algo excesivo. En el baño, por ejemplo, de golpe se empieza a oír un padre nuestro recitado como quien canta un bingo. La chica que aguarda en la entrada aclara que se trata de una grabación de chistes de Eugenio. ¡Menos mal!

A diferencia de otros locales, la gente entra muy pronto. A la una de la madrugada ya hay gente. Hay algún joven, pero predominan los mayores. De 50 o de 60. Da igual. Visten desacomplejados, con pantalones ceñidos, camisas abiertas, escotes, faldas de tamaños casi imposibles. Y lo bailan todo. Suena Juanes, Chayanne, Gloria Estefan, temas ochenteros versionados por la triunfita Soraya... La pista casi se hunde cuando suena Shakira.

Y de golpe y porrazo, canciones lentas. Los que están en la pista encuentran su pareja. A tres señores que están sentados los recogen sus parejas, como si ellos tuvieran ahora un carné de baile. Más que avanzar en el tiempo, ir a Trauma es como regresar a la adolescencia. Genial.

Trauma. Consell de Cent, 288.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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