Un maratón por estudios de artistas
Por primera vez en Madrid se realiza una visita guiada a los espacios de los creadores
Cada estudio esconde un mundo, un universo entero, una personalidad, un pasado, un presente y un futuro: el de cada artista. El de Tamara Arroyo (Madrid, 1972) se ha ido convirtiendo poco a poco en su propia casa. Algunas de sus obras forman parte ya de las paredes de su vivienda, en el número 10 de la calle Cadarso, y delatan puertas ciegas, o recrean, con gruesas líneas negras, los contornos y espacios de un dormitorio, como si se tratara de uno de los cuartos de Dogville, esa película casi teatral de Lars von Trier. Ella fue una de los siete artistas que recibieron ayer la visita de una delegación de 15 comisarios de exposiciones, galeristas y críticos de arte. Toda una jornada-maratón de open studios por la capital en un minibús, que se repetirá hoy por otros lugares y con otros nombres.
Todos los creadores, seleccionados por un comité independiente tras un concurso público organizado por la asociación de artistas AVAM, trabajan en Madrid, pero ayer era la primera vez que recibían una visita profesional y exponían y explicaban su obra in situ, en sus paritorios particulares. También los comisarios y galeristas fueron preseleccionados "intentando que fuera gente a quien le pudiera interesar, capaz de dar cabida a las obras y a los artistas que iban a conocer", explica Isabel Yáñez, miembro y portavoz de AVAM.
"¡Vienen los Reyes Magos, no me lo puedo creer!", ironizó al ver llegar a la delegación José Luis Serzo (Albacete, 1977). Tiene su estudio montado (y compartido) en un garaje cercano al centro Conde Duque. Para él, como para todos, esta iniciativa es una manera de entablar relaciones directas con comisarios y galeristas, una oportunidad para mostrar su trabajo más allá de sus amistades y de las incómodas inauguraciones.
Ayer no perdió el tiempo, como muchos de sus colegas, hizo uso de la tecnología para exponer y explicar parte de su obra: todo un mundo paralelo llamado Familasia lleno de personajes, lugares, objetos y hasta animales e insectos tuneados, que recordaba un poco a los universos creados por Tolkien, pero pintados.
Las visitas de profesionales del mundo del arte a estudios de artistas, sumamente comunes en otras ciudades como Londres, Berlín o Nueva York, están enmarcadas, por primera vez, en la Noche en Blanco, pero es una experiencia pionera en Madrid, donde "paradójicamente no existen canales de conexión entre los creadores y el mundo del arte, no hay una profesionalización del gremio", comentaba ayer en el recorrido la comisaria Virginia Torrente, con el asentimiento del resto y con una crítica compartida: "La Noche en Blanco está bien, pero el apoyo y la promoción de la cultura en Madrid no puede reducirse a eso", decía el galerista Adrián Piera. "Y menos cuando los artistas no encuentran espacios en los que trabajar, como los hay en otras muchas ciudades, y faltan las conexiones básicas entre el gremio que contribuirían a revitalizar toda la ciudad", apostilla Torrente.
Un éxito para ambas partes, que ayer sólo pensaban en que no hubiese que esperar a otra Noche en Blanco para repetirlo.
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