2.500 jóvenes cursaron idiomas en el extranjero con becas de la Xunta
Las familias de acogida tuvieron que pasar un proceso de selección
A Lucía y a Alicia les resulta difícil despedirse en el Aeropuerto de Lavacolla, en Santiago. Acaban de regresar de la localidad irlandesa de Navan tras haber pasado allí tres semanas en un curso de inmersión lingüística. Las dos llevan una bandera irlandesa atada al cuello, garabateada por todos lados con dedicatorias de todos los que, una vez allí, hicieron piña. Manoli, la madre de Rebeca (16 años), tardó en dar el primer paso para permitir a su hija realizar el curso en Irlanda.
Rebeca ya lo había intentado el año pasado, pero su madre se hizo la despistada y dejó pasar el plazo de inscripción. "Este año no hubo escapatoria", afirma Manoli entre risas. Rebeca hace balance de la experiencia improvisando un "all right" para demostrar lo mucho que ha aprendido. "Al principio me costaba un poco entender a la familia con la que estaba, pero en unos días cogí el chip y ya casi entendía todo".
Las experiencias de estos jóvenes son la expresión humana de un plan de idiomas que desde la Consellería de Educación definen como "pionero" y que lleva en vigor desde 2006. Este año la consellería invirtió casi cinco millones de euros y convocó 2.500 plazas para el alumnado de 2º, 3º y 4º de la ESO y los alumnos de bachillerato. Los cursos se llevaron a cabo entre julio y agosto en Reino Unido, Irlanda, Francia y Canadá y cubrieron todos los gastos: desplazamientos en avión, cursos semanales de 20 horas, alojamiento, comida y seguro médico. Además, los alumnos estuvieron acompañados en todo momento por un grupo de monitores encargado de orientar a los chicos y chicas en los países de destino y de supervisar el cumplimiento del plan de estudios.
Isabel Dios, monitora, asegura que los chicos mejoran mucho su nivel de inglés oral: "Lo prueban los tests que hacen al principio y al final del curso". Cristina Porteiro, otra instructora, explica que todas las familias son sometidas a un proceso de selección antes de acoger alumnos, por eso "no suele haber problemas". "Lo que peor llevan los chavales es la comida y los horarios". Víctor, uno de los alumnos, asegura que enfrentarse cada día a aquellos platos suponía para él un verdadero reto. "¡Le echan mantequilla a todo!", exclama con cara de repulsa.
"Que lo que Irlanda unió no lo separe el hombre", se lee en la bandera que Alicia lleva a la espalda. Los chicos planean ya una acampada para volver a verse.
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