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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una playa en Madrid

Cómo sería Madrid con mar? Varios arquitectos y artistas han hecho el esfuerzo de imaginarlo. Pues no basta con ser la capital: algunas de las ciudades europeas que lo son aspiran a estar a la orilla del mar. O, para ser más exactos, a tener playa. Parece como que quisieran poner fin a aquellas imágenes en las que transeúntes acuciados por el calor convertían las fuentes en improvisados balnearios y chapoteaban con una alegría refrescante.

¿Para qué sirve el progreso si no es capaz de traer las orillas hasta donde convenga? ¿Vale la pena soportar los inconvenientes de la capitalidad si hay que prescindir de

los privilegios

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con los que cuenta hasta la más

humilde aldea de pescadores?

Madrid tal vez fuese la pionera, aún en tiempos del franquismo. Una gran piscina en las afueras recibió el sugerente pero imposible nombre de Playa de Madrid. Y fue asumido con tanta convicción, que incluso una de las carreteras por las que se podía acceder a ella se llama desde entonces carretera de la Playa, aunque la más cercana, y verdadera, se encuentre a varios centenares de kilómetros.

Años más tarde sería París la que popularizara sus inverosímiles playas estivales. A orillas del Sena, cada verano, se extiende desde entonces una capa de arena y, sobre ella, se plantan sombrillas, hamacas y hasta algún chiringuito. Es a la hora del adiós,

al final del verano, cuando mejor se descubre que no por cumplir años se pierde la fantasía que requiere la disposición a jugar como los niños. Se desmonta la tramoya que había acercado las playas hasta las capitales que no las tienen, y el espacio de nuevo desangelado invita a la melancolía. Con un punto de vergüenza: cómo es posible que durante uno o dos meses hayamos jugado a creer que sí, que el progreso podía acercar la playa a las ciudades de secano.

Pero es probable que, cuando el calor vuelva a apretar, nos sorprenda con el mismo ánimo. ¿No intentaron los ingenieros de la patria del socialismo roturar las tierras vírgenes? ¿Por qué no vamos nosotros a conseguir hacer navegable el río Manzanares y soñar con una playa en sus orillas, con gaviotas y caracolas?

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