Estrategia y liderazgo
Las crisis políticas de los partidos, eufemismo empleado para designar las luchas por el poder en el seno de los mismos, desarrollan una dialéctica bastante habitual: eclosión en los momentos de derrota electoral, polarización en dos bandos con alianzas internas a veces inverosímiles, futilidad de los cierres en falso... Una ley parece inexorable: la resolución efectiva de una crisis exige, como condición necesaria, la victoria de un bando sobre otro; los vencedores toman el poder y los vencidos son relegados a una forzada oposición; como resultante, emergen una estrategia y un liderazgo renovados. Es lo que sucedió en el PSOE en la década pasada y es lo que está sucediendo ahora en el PP.
Pocas veces habrá acudido el PNV a unas elecciones con una estrategia y un liderazgo tan dañados
Por el contrario, las cosas en el PNV se empeñan en discurrir contraviniendo esta dialéctica elemental: los que perdieron en la última confrontación interna (elecciones a la presidencia del partido) son hoy los que marcan a la afiliación la línea política a seguir, mientras que los que entonces resultaron vencedores postergan para una mejor ocasión la implantación del programa que les llevó a la victoria. Es decir, prevalece la línea Egibar, a la vez que se esfuma, salvo esporádicos, aunque significativos destellos, la línea Imaz.
Por cierto, esta desviación respecto a lo políticamente más trillado se produce a costa de sacrificar una regla interna básica en la cultura jeltzale, que ha venido operando al menos desde los tiempos de Juan Ajuriaguerra: dentro de un esquema de división dual del poder, el partido fija la estrategia y los afiliados que gobiernan las instituciones obedecen. Sin embargo, con Ibarretxe los papeles se han invertido y hoy es el partido el que sigue fielmente, servilmente, acríticamente la orientación marcada por el Gobierno vasco y su lehendakari.
Habrá quien considere que esta doble trasgresión, a la lógica política general y a la cultura grupal propia, no va a pasar factura en los comicios electorales que se avecinan, una vez encallado, como era por todos previsible, el proyecto de consulta aprobado en un ominoso in extremis por el Parlamento vasco. Pero lo cierto es que pocas veces habrá concurrido el PNV a un proceso electoral con una estrategia y un liderazgo tan dañados como los que en estos momentos percibe la ciudadanía en vísperas de la consulta real que nos espera a la vuelta del otoño.
¿Estrategia? Se habla de cambio de modelo, pero ¿cuál?: ¿mejora del autogobierno, federalismo asimétrico, asociación libre? Autodeterminación ¿sí o no? España ¿sí o no? Gestión de la pluralidad, pero ¿cómo?: ¿transversalidad política y cultural, multiculturalismo, política de bloques? Alianzas de partidos: ¿con cuáles, por qué y a qué precio?; ¿seguir apoyándose en unos partidos condenados a vivir maltrechos en cuanto queden desconectados del nutriente del poder? Actitud ante la izquierda abertzale: ¿colaboración, simple condena o exclusión? Un pronóstico parece razonable: si la estrategia defensiva que lideró Juan José Ibarretxe en 2001 tuvo una éxito hoy difícilmente repetible, el señuelo victimista de una consulta torpedeada (¿por quién? ¿por Madrid? ¿por los partidos vascos no nacionalistas? ¿por algunos cargos destacados del propio PNV?) ofrece hoy un dudoso atractivo para el electorado.
Y ¿quién será el candidato creíble que lidere el programa electoral?: ¿el que conscientemente presentó un proyecto llamado a ser derrotado, anunciando el abandono de la institución?, ¿algún imazista convertido tardíamente a las excelencias de la consulta?, ¿los que dijeron no, pero sí, pero todo lo contrario?, ¿los que hablaron y fueron inmediatamente silenciados?, ¿tal vez algún tapado con una imagen no contaminada de soberanismo, o quizás algún dirigente posicionado en la línea minoritaria del partido?
Estrategia confusa y liderazgo débil: sin duda las razones que explican los negros presagios anticipados por los sondeos de opinión, por mucho que algunos líderes jeltzales prefieran limitarse a desautorizar al mensajero. Equívoco bagaje para confrontarse con otras organizaciones políticas que han resurgido de sus crisis sin escatimar el precio que era necesario pagar. Algún día, antes o después, el PNV deberá encarar también su propia crisis, aplicando ortodoxamente las reglas que la experiencia política dicta.
Pedro Larrea es licenciado en Derecho y C. Económicas.
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