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Reportaje:

El paraíso nipón del reciclaje

Los habitantes de Kamikatsu, en Japón, regeneran el 90% de sus residuos

Kamikatsu, un pueblecito perdido entre las montañas de la isla japonesa de Shikoku, se ha situado en la vanguardia del reciclaje en el mundo con una política revolucionaria: pretende eliminar totalmente los residuos para 2020. Desde 2002, cada vecino convierte su basura orgánica en abono y separa el resto en 44 categorías. Todo en sus propias casas, sustituyendo los camiones de basura y los contenedores por un único centro de entrega, la Academia Cero Residuos. Allí depositan su basura y aprenden a reciclar. Desde cómo separar las etiquetas de los envases a vaciar el líquido contaminante del motor de un coche. Para incentivarles se les regalan billetes de lotería y bonos de compra de alimentos.

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La recolección tradicional de basura no es viable económicamente en una zona montañosa con casas dispersas, según Natsuko Matsuoka, la recién jubilada directora ejecutiva de la Academia. Por ello, esa tarea recae en sus 2.000 habitantes, que transportan en vehículos los desechos a este centro. Una parada que se incluye en la ruta de la compra, para no contaminar más, como asegura Matsuoka. A las personas que no conducen, los voluntarios de Recycle Kamikatsu les retiran los residuos. A ello se suma que cada hogar cuenta con un aparato (casi todos, subvencionados) que recicla la basura orgánica y la convierte en abono, reutilizable en sus abundantes huertas. "En un primer momento, me pareció un método engorroso, pero ya forma parte de mi rutina. Saber que los residuos que genero se reutilizan adecuadamente me motiva a respetar los consejos de clasificación", asegura Keiko Akiyama, de 45 años, madre y ama de casa.

Así, desde 2004 Kamikatsu ha reducido a la mitad la basura eliminada por combustión y elevado hasta el 90% los desechos reciclados, frente al 13% de media nacional en Japón. Y ello, a pesar de ser un país que entrega manuales de 30 páginas para explicar cómo separar correctamente los desechos, y en el que las botellas se tiran sin etiquetas, los briks, enjuagados, y la ropa, lavada y seca, se introduce en contenedores de ropa usada.

Todo comenzó en 2001, cuando un incinerador de basura, instalado en el pueblo en 1998, no pudo cumplir los niveles de control de dioxinas. El entonces alcalde decidió cerrarlo y, al darse cuenta de que el reciclado total costaba lo mismo o menos que la combustión, convenció al municipio para que adoptara el Proyecto Cero Residuos. A esta iniciativa pionera se sumó en marzo la de Oki, otro pueblo, en la isla japonesa de Kyushu, con un objetivo a más corto plazo: 2016.

Kamikatsu quiere extender esta práctica a todo Japón. Si esta labor de reciclado lleva a un cambio de hábitos de los consumidores, la de reducción de los desechos exige, afirman los ecologistas, un giro sustancial en la elección de los bienes a comprar y en la producción empresarial. Se trata, en suma, de reducir la basura. Kamikatsu renunció a las subvenciones estatales para levantar dos nuevas plantas incineradoras. Los ecologistas opinan que la iniciativa es encomiable, especialmente en un país que, aunque es considerado el paraíso del reciclaje, todavía incinera el 80% de la basura.

En Kamikatsu, sus ciudadanos separan su basura en 44 categorías y la llevan a un centro especial de reciclado.
En Kamikatsu, sus ciudadanos separan su basura en 44 categorías y la llevan a un centro especial de reciclado.

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