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La carrera hacia la Casa Blanca | Convención Demócrata

Obama invita a su país a un sueño

El candidato demócrata debe convencer al electorado de que está preparado - La seguridad y la experiencia serán la clave de una campaña dura y apasionante

Antonio Caño

Escrita ya una página de la historia norteamericana, Barack Obama, el primer negro candidato a la presidencia de Estados Unidos, se lanzó ayer a completar su obra: convencer a sus compatriotas de que el sueño al que los invita, estando lleno de riesgos y de incertidumbres -como tantos otros que este país ha acometido antes-, es también alcanzable y contribuirá a fortalecer la nación y catapultarla hacia una nueva era.

Va a encontrar en el camino alguna prevención sobre el color de su piel
La divinización le hace parecer arrogante y vulnerable a la crítica
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Obama abandona hoy el regazo de sus compañeros de partido en Denver para encontrarse con el país real, un país que mantiene serias dudas sobre la viabilidad de ese sueño o sobre la necesidad de embarcarse en aventuras arriesgadas de la mano de un joven inexperto, en medio de un mundo saturado de peligros en el que Estados Unidos es blanco de múltiples amenazas y responsable último de la seguridad de medio planeta.

Como las encuestas prueban, los norteamericanos se debaten hoy entre la poesía que Obama encarnó perfectamente anoche entre las dos columnas griegas que le servían como escenario de su discurso o la prosa que le ofrecen el Partido Republicano y John McCain. Quedan poco más de dos meses para que cada uno venda su mercancía, presente su causa, a favor de la seguridad de un hombre contrastado en mil batallas o de la regeneración que el candidato demócrata representa.

Este país no es refractario a los sueños ni los desprecia sin más; al contrario, el afán de superación y la búsqueda de lo imposible están en su misma naturaleza. No existe, pues, mayor resistencia a la elección de un negro como presidente que el desconocimiento que frecuentemente se da entre diferentes razas. Obama va a encontrar en su camino hacia la Casa Blanca, dentro de este enorme y diverso territorio, alguna prevención sobre el color de su piel, pero mucha menos de la que cabía esperarse en una nación donde los negros constituyen sólo el 12% del total de la población y en la que hace menos de 40 años éstos luchaban todavía por los mismos derechos.

Cuando Robert Kennedy, en 1968, recorrió en tren el trayecto entre Nueva York y Washington para simbolizar su viaje hacia el centro del poder como candidato presidencial demócrata, los negros lo saludaban desde un lado de las vías y los blancos desde el otro. Cuando el tren se alejaba, cada uno se retiraba con los suyos y la división continuaba.

Obama necesita juntar a los dos lados para ser presidente. Ya no hay vías ni leyes que los separen, pero subsiste en Estados Unidos una cierta incomunicación entre blancos y negros que va a hacer más difícil el trabajo.

Y es un trabajo descomunal. No sólo tiene que contagiar la efervescencia de su candidatura a muchos descreídos, sino que tiene que convencer a muchos más de que, tras ese hermoso proyecto, hay un verdadero programa de buen Gobierno.

Obama parte de muy arriba y le va a costar mucho bajar su causa a la Tierra, descenderla a la comprensión de los sencillos electores. Hace poco tiempo, buscando votos en su ciudad de San Francisco, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, afirmó que Obama era "un líder con el que Dios nos ha bendecido en este tiempo". En uno de sus discursos durante las primarias, el propio Obama dijo: "Yo soy el que estabais esperando".

Esta divinización de su candidatura contribuye a mantener la fe de los suyos cuando los sondeos se ponen adversos o los republicanos aprietan. Pero deja a Obama al borde de la arrogancia y más vulnerable al ataque del rival. Humanizar el mito, aproximarlo a familias como la suya misma, será uno de los esfuerzos de su campaña en estas próximas semanas.

En la Convención Demócrata que ayer concluyó en Denver ha habido muestras de lo que la candidatura de Obama es y también de lo que quiere ser. Las lágrimas abundantemente derramadas en el Pepsi Center al anunciarse su nombre (precisamente por Pelosi) como el del candidato oficialmente nominado, daban testimonio del hito histórico que este momento representaba.

Pero, inmediatamente después, el ex presidente Bill Clinton y Joe Biden, el candidato a la vicepresidencia, se encargaban de dar valor práctico a ese momento. El primero, presentando, desde su autoridad, a Obama como un líder listo para asumir la presidencia -"un líder capaz de cumplir con el cambio que todos sabemos que necesitamos", fueron sus palabras-. El segundo, acusando a John McCain de ofrecer una mera prolongación de los ocho años de George W. Bush.

De todo esto se va a discutir a fondo en esta apasionante campaña. Obama, quiéralo o no, por su voluntad o arrastrado por la propaganda republicana, va a tener que enfangarse en duros debates sobre lo concreto. Ahí es donde McCain lo espera. "El diablo está en los detalles de Obama", escribía ayer el columnista George Will. Este elegante político con el swing de Fred Astaire va a tener que mancharse su traje de Armani en sucias batallas.

A tono con la divinización del personaje, el viaje que hoy empieza puede ser para Obama un calvario o un ascenso a los cielos. Obama dice estar preparado y ha asegurado a los suyos que va a ganar. Estados Unidos ya ha ganado.

Obama aplaude a Bill Clinton, cuya imagen aparece en la pantalla a su espalda, el miércoles en la convención.
Obama aplaude a Bill Clinton, cuya imagen aparece en la pantalla a su espalda, el miércoles en la convención.AFP

UNA TRAYECTORIA FULGURANTE

- Nace una estrella. Un casi desconocido Barack Obama irrumpe en la Convención Demócrata que en julio de 2004 propone a John Kerry como candidato a la Casa Blanca con un discurso que llama a superar la división en la sociedad estadounidense.

- Único senador negro. Obama barre en el Estado de Illinois al republicano Alan Keyes en la disputa por un puesto en el Senado en noviembre de 2004. Se convierte así en el único senador negro de la Cámara, y en el tercero de la historia.

- El inicio de un sueño. Con poco más de dos años en Washington, Obama anuncia en febrero de 2007 que se presenta al proceso de primarias del Partido Demócrata para aspirar a ocupar la Casa Blanca. Promete una "revolución política".

- Cambiar el mundo. Obama presenta el 15 de noviembre de 2007 su programa. Lo hace en la sede de Google y llama a sus empleados a ayudarle a "cambiar el mundo como Google lo ha cambiado".

- Victoria en Iowa. La inesperada victoria de Obama el pasado 4 de enero en las primarias del Estado de Iowa, de población casi exclusivamente blanca, sitúa al senador a la cabeza de las listas de favoritos para la presidencia. Hillary Clinton, la gran favorita, queda en tercer lugar.

- Apoyo de los Kennedy. El influyente clan de los Kennedy, con el senador Ted a la cabeza, escenifica su apoyo a Obama en un acto en Washington el 28 de enero.

- El voto negro. Obama logra una victoria clave en Carolina del Sur el 26 de enero gracias al voto negro y joven, sus grandes apoyos en las primarias. El senador y Hillary Clinton, que domina el voto femenino e hispano, empatan en el supermartes del 5 de febrero, cuando votan más de 20 Estados. A partir de entonces, Obama encadena 10 victorias que extienden las dudas en el equipo de Clinton.

- Ruptura con la Iglesia. Las radicales declaraciones y sermones del reverendo Jeremiah Wright, de la Iglesia de la Trinidad de Chicago, a la que Barack Obama pertenecía desde hace 20 años, llevan al candidato a romper con la congregación. "Tomo esta decisión con tristeza", afirma el 1 de junio.

- La victoria. Hillary Clinton, que había luchado hasta las últimas primarias, en contra de la opinión de muchos dirigentes del Partido Demócrata, reconoce al fin en junio la victoria de Obama.

- Gira mundial. Obama lanza su imagen en el mundo con una gira por Afganistán, Irak y Europa en la última semana de julio. En Berlín congrega a 200.000 personas.

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