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Cientos de personas viven alegalmente en comercios del Turó de la Peira

El distrito de Nou Barris ignora la situación pero promete investigar

La calle de Travau es, a las seis de la tarde, un hervidero de niños latinoamericanos que juegan por la acera a perseguirse. Es también una sucesión de persianas metálicas a medio abrir. Ya no hay comercios. Han desaparecido. Ahora, tras las persianas bajadas que alguna madre vigila desde su silla plegable, se esconden hogares a pie de calle.

En el Turó de la Peira, un barrio de origen obrero en el distrito de Nou Barris, un centenar de locales se han convertido de forma alegal en vivienda. En cambio, según datos del distrito, en cinco años solamente se han solicitado ocho peticiones de licencia de cambio de uso: tan sólo cuatro se han concedido.

"Podría haber casos de infravivienda y sobreocupación", afirma el técnico
"El alquiler ronda los 300 euros", explica el vendedor de una inmobiliaria

Así es como la estructura comercial del Turó ha muerto progresivamente coincidiendo con la llegada de la inmigración. Pocas tiendas quedan de lo que había sido una zona comercial en ebullición hace ocho años. En el año 2000, el número de licencias de comercio era de 1.200. Cinco años más tarde, la cifra retrocedió hasta las 1.106, según datos del Ayuntamiento de Barcelona. Fuentes del Consistorio aseguran que, con la eliminación del IAE, hoy no hay datos públicos objetivos para contabilizar el número de locales comerciales en la ciudad. Sólo hay encuestas valorativas de los propios comerciantes, que en el caso de Nou Barris reflejan la preocupación por su futuro.

El gerente del distrito, Josep Garcia Puga, y su director de servicios técnicos, Albert Bassas, afirman desconocer la alegalidad en la que se encuentran un centenar de familias, gran parte de las cuales provienen de Ecuador y República Dominicana. Así mismo, anuncian que abrirán una investigación y aseguran que, de confirmarse, "sería muy grave". Sin embargo, restan importancia a la proliferación de locales-vivienda.

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Garcia Puga afirma que "pudiera ser que, en algunos casos, los propietarios, ya viejos, decidieran quedarse a vivir en el local; o bien que, sin mala fe y desconociendo los procedimientos legales, hubieran alquilado su local como vivienda a inmigrantes". También admite el gerente que, en otros casos, alguien pudiera aprovechar para hacer negocio fuera de la ley.

Una pareja se interesa en una inmobiliaria del barrio por un local en la esquina de la calle de Travau con Aneto para convertirlo en vivienda. "El alquiler va de los 300 a los 400 euros, la venta sale por unos 90.000 más las reformas", afirma el vendedor. El alquiler medio de un piso en Barcelona ronda los 800 euros.

Visitan un local de 33 metros cuadrados con dos estancias a diferentes alturas, cuatro escalones que las unen, una ventana que da al patio interior y techos que apenas llegan a los dos metros de altura. Luego visitan otro local, éste en la calle de Beret, también de unos 35 metros cuadrados. La estancia ya tiene tabiques que la dividen. Al entrar está el comedor, luego un dormitorio sin ventana, un pequeño lavabo, una cocina y otra habitación con una ventana que da a la calle. El local está plagado de humedades. Ambos, por supuesto, no cumplen las condiciones de habitabilidad. "Esto puede quedar muy chulo, he visto locales así y luego ves cómo han quedado y no parecen lo mismo", explica el vendedor.

Albert Bassas, director de servicios técnicos del distrito, afirma que el propietario puede ser procesado si hay evidencias de que conoce la alegalidad que se está cometiendo en su local alquilado. "Si los requisitos básicos de habitabilidad se incumplieran, podrían darse casos de sobreocupación e infravivienda", añade.

Para hacer habitable un local y conseguir la licencia de cambio de uso, un arquitecto debe presentar un proyecto de obra al Ayuntamiento. Si el proyecto cumple con los requisitos, el Consistorio, tras una inspección in situ, concede la licencia y la obra puede proceder. Posteriormente, para acceder al suministro de agua, luz y gas, y poder optar a las subvenciones que concede el Estado sobre vivienda, el inquilino tiene que conseguir la cédula de habitabilidad. Debe, para ello, recurrir de nuevo a un arquitecto que revise si, una vez más, el espacio es habitable. Así pues, en este último trámite, el Ayuntamiento no interviene y, por tanto, reconoce no saber si se producen estafas. "Si tienes los contactos, con dinero puedes conseguir la cédula, -dice el vendedor de la inmobiliaria mostrando una de ellas-, no sé cómo se lo hacen, pero la consiguen".

Locutorios, tiendas de alimentación regentadas por paquistaníes, peluquerías y algún bar son los únicos negocios que aún se mantienen. Lo cierto es que la mayoría de los viejos comerciantes -familias que abrieron su local en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, y cuyos hijos han abandonado el Turó por zonas más céntricas- se han jubilado. Es el caso de la pastelería Pons, en la calle de Cadí con Aneto, así como decenas de otros comercios, entre ellos carnicerías, pollerías, librerías, tiendas de ropa, videoclubes y mercerías. Sobre las causas, según el distrito, una zona, los pisos construidos por Sanahúja, que aún no ha sido capaz de rehacerse del duro golpe de la aluminosis.

La asociación de vecinos reconoce estar muy atenta a la sobreocupación en los llamados pisos patera. Pese a ello, su presidente, Antonio Silva, que remienda los zapatos de los vecinos desde hace más de treinta años, asegura no tener noticia de irregularidades en estos locales-vivienda. Sin embargo, reconoce que ha habido una transformación evidente en el barrio y que, en general, el cambio ha sido más que positivo. "El Turó se ha rejuvenecido gracias a los inmigrantes, las tiendas habían cerrado y ahora hay más vida en la calle", explica mientras tornea la suela de un zapato viejo.

Más allá de las alegalidades, desde el distrito no ven con malos ojos esta transformación. Y aseguran que es una tendencia que progresa en muchos barrios de Barcelona con características parecidas, como Poblenou, Barceloneta, Horta o Gràcia, debido a la crisis del pequeño comercio y la demanda de metros cuadrados a bajo precio.

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