Atender a una ciudad en fiestas
Los servicios de protección y asistencia asumen con motivación su tarea
Servir a una ciudad en fiestas supone algo que, en ocasiones, pasa desapercibido para sus vecinos y visitantes. Sin embargo, el trasiego de coches policiales, ambulancias y otros vehículos de servicio muestra que la actividad no cesa. Es más, aumenta, como lo prueban los dispositivos especiales que por Aste Nagusia, organizan los distintos servicios de seguridad y asistencia sanitaria que operan en Bilbao. Todos asumen con motivación sus tareas en la semana donde los problemas exigen aún más esfuerzo y paciencia.
"Hay quien apuesta con los amigos que es capaz de cruzar la Ría a nado"
El parque de Bomberos de Bilbao dispone las 24 horas del día de una dotación de tres profesionales especializados en los rescates subacuáticos. La Aste Nagusia multiplica el número de personas que están en Bilbao y, por tanto, los riesgos. Además, los procesos de limpieza de los últimos años han supuesto un incremento en los usos de ocio de la Ría. "Cada vez tenemos más trabajo", explica Fernando Sancho, uno de los miembros del equipo.
En 2007, rescataron con vida de la Ría a 17 personas. En fiestas, están atentos a sucesos como resbalones fortuitos u otros derivados del excesivo consumo de alcohol. "A altas horas, hay muchos chavales que bajan las escaleras de la orilla para hacer sus necesidades. Es una zona con verdín y muchos pierden el control. Aunque también los hay que se apuestan con sus amigos que son capaces de atravesar la Ría a nado", añade Jon Jiménez, otro de los técnicos. Para ambos, trabajar en fiestas supone un aliciente más. "Ser bombero es un sentimiento. Estamos encantados de trabajar en fiestas, porque nos encanta lo que hacemos".
La DYA también se toma la Aste Nagusia como un acicate. Voluntarios de la asociación repartieron durante tres noches festivas cerca de 15.000 caretas que muestran el antes y el después de beber demasiado alcohol. Son jóvenes que se dirigen, sobre todo, a personas de su edad. "La media de edad de las personas con intoxicación etílica está bajando hasta los 15 años. Cuando les atendemos, lo primero que dicen es que tienen 18 años y que no avisemos a sus padres", explica Jon Ander Mallavia, jefe de voluntarios de la DYA.
Sus miembros se afanan en explicar a quienes recogen las caretas los objetivos de la campaña en medio de la algarabía que rodea las calles del centro de Bilbao. "Es posible que, de cada 1.000 caretas repartidas, sólo 100 personas lean las advertencias contra el exceso de alcohol, pero si conseguimos que llegue el mensaje a esas personas, habrá merecido la pena", dice Sergio Díaz, uno de los voluntarios.
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