Pudin informal de langosta
Tan informal que la langosta no ha venido. Es lo que tienen las langostas: nunca tienes una a mano cuando la necesitas. Mucho caparazón y mucho glamour, pero no son nada de fiar. Es como quedar con un percebe. Como tardan tanto en pintarse las uñas, siempre llegan tarde, cuando ya no tienes hambre porque te has comido un bocadillo de panceta o algún otro sustitutivo. Seguramente ésta es la verdadera razón por la que se comen percebes tan poco a menudo. Pero estos pequeños problemas de intendencia no van a impedirnos disfrutar de nuestra receta. Por eso, si la langosta no ha venido (me da igual que hubiera un atasco de medusas o algo de eso), que le vayan dando. Teniendo latas Campbell’s, y langostinos congelados, ¿quién necesita una langosta de verdad para hacer un pudin de langosta? Hay que ser antiguo. Y es que, sin hacer de menos a Campbell’s, los langostinos congelados son el mejor amigo del impostor. Como el perro, pero más comestibles. A mí a veces me recuerdan a Nadal porque, como él, nunca defraudan. Que hay que ser el número uno del tenis mundial, ahí está Nadal. Que hay que ganar una medalla de oro y darle lustre y esplendor al medallero patrio, Nadal al canto. Atractivo, de confianza, noble, sencillo, caballeroso, triunfador. Es tan perfecto que uno acaba sospechando que cuando no compite, lo tienen guardado en el congelador. Jugando al tenis con los langostinos.
Ingredientes
- 1 lata Campbell's de crema de langosta
- 3 puerros
- 3 huevos
- 12 langostinos congelados (que a 6 euros el kilo no es ningún derroche)
- Aceite de oliva
- Sal
- Pimienta
Instrucciones
Troceamos los puerros y los rehogamos en un poco de aceite, con sal y pimienta. Cuando estén hechitos, los ponemos en un recipiente en el que añadimos el contenido de la lata de crema de langosta y media lata más de caldo de cocer los langostinos de los que, por cierto, añadimos la mitad también troceados.
Trituramos todo bien y lo volcamos en un bol donde hemos batido los huevos. Mezclamos adecuadamente y agregamos los langostinos restantes troceados, para que luego en nuestro pudin queden marisquiles tropezones de mucho engaño y grato regocijo.
Lo volcamos todo en un molde y lo ponemos al baño María durante una horita más o menos (hasta que, metiendo un palillo, nos salga limpio).
Se deja enfriar, se desmolda y a engañar debidamente a nuestros invitados. Iba a decir "como a chinos", pero desde lo de Tíbet y los Juegos ya no soy tan inocente.
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