Ni frío ni calor
El frío o el calor son el destino de la Tierra. Este tercer planeta del Sistema Solar sucumbirá, eso sí, dentro de algunos miles de millones de años, al frío galáctico o al calor estelar. Antes de eso otros fríos u otros calores locales tendrán, o no, efecto sobre la vida en su conjunto y, sobre todo, sobre la especie humana. Sabemos que la vida que conocemos es posible gracias al efecto invernadero. Sin él, las diferencias de cientos de grados en las temperaturas diurnas y nocturnas harían de la Tierra desiertos inhabitados con una temperatura media 33 grados menor que la actual. También sabemos que las temperaturas, a lo largo de los 4.500 millones de años de vida del planeta, han cambiado, porque la temperatura es el resultado de la suma de decenas de factores diversos, desde la radiación solar hasta la orografía, desde la inclinación del eje terrestre hasta la disposición de los continentes.
En frío. La guía del ecologista escéptico para el cambio climático
Bjorn Lomborg
Traducción de Jesús Fabregat
Espasa. Madrid, 2008
284 páginas. 19,90 euros
Calor. Cómo parar el calentamiento global
George Monbiot. Traducción de Francisco Martín Arribas
RBA. Barcelona, 2008
358 páginas. 21,50 euros
Y sabemos que desde hace algo más de dos centenares de años -un parpadeo para los cambios terrestres, una barbaridad para la vida humana-, un nuevo factor se ha sumado para influir sobre las temperaturas: el humo de la revolución industrial, la quema de los combustibles fósiles que han movido nuestras máquinas para hacer posible el desarrollo (y el incremento de la población y tantas cosas), pero que han hecho que las temperaturas se hayan incrementado a mayor velocidad desde que tenemos registro. Claro que en algunos casos se han incrementado menos que el error de medida aplicable a los propios aparatos para medir. Sobre ese cambio de temperatura, su efecto real hoy y sus consecuencias futuras hay una notable controversia. Como señala el experto en cambio climático y meteorólogo Luis Balairón, estamos arriba de una escalera y hemos empezado a caer. Si en el piso de abajo nos espera una mano rota o hacernos pedazos la crisma no es algo que se pueda decir. Pero unas rodilleras y algunas otras precauciones nos ayudarían a mitigar el golpe porque que caemos, caemos.
Entre la multitud de libros que están apareciendo sobre el cambio climático y sus efectos, En frío, de Bjorn Lomborg, y Calor, de George Monbiot, son ejemplos de las dos tendencias observables. Bjorn Lomborg (1965), el autor de El ecologista escéptico, profesor de estadística y autor de numerosos trabajos sobre ecología, asegura que el calentamiento global, lejos de ser el Apocalipsis, podría ser casi el inicio del camino de la perfección, puesto que, "si mantenemos la calma, es muy probable que terminemos el siglo XXI con sociedades más fuertes, sin cifras alarmantes de muertes, sufrimiento y pérdidas, con países más ricos y con un medio ambiente más limpio".
Para llegar a esta llamativa conclusión, Lomborg ofrece datos, cifras y ángulos diferentes para ver los problemas, propone preguntas más amplias e historias más completas que las que habitualmente se usan para contar, por ejemplo, el destino de los osos polares. Para salvar a la colonia de blancos plantígrados que habitan en la costa oeste de la bahía de Hudson, una de las dos en retroceso de las 13 que hay en Canadá, propone evitar la caza, que elimina 49 ejemplares al año, en vez de reducir el cambio climático, responsable de 15 muertes. Pero no niega Lomborg que el cambio climático exista ni que esté provocado por los humanos, aunque sus consecuencias "son casi siempre exageradas". Propone soluciones "más sencillas, directas y eficaces" y, sobre todo, insiste en que hay otros problemas más acuciantes para la humanidad, como "el hambre, la pobreza y la enfermedad". "Si centramos nuestros esfuerzos en estos objetivos, podremos ayudar a mucha más gente, gastando menos dinero y con unas probabilidades de éxito mucho mayores", agrega.
En un registro diferente, George Monbiot (1963) afirma que "detener el cambio climático debe ser el proyecto prioritario". "Si fracasamos en esta tarea, fracasaremos en todo lo demás. Pero ¿es posible? ¿Es, como apunta a veces James Lovelock, demasiado tarde? Yo no lo creo. Disponemos de un breve plazo para evitar que el planeta prescinda de nosotros". Monbiot, zoólogo y periodista reconvertido en profesor, considera que sí podemos hacer algo y que ponerse a la tarea es una cuestión moral. Pide esfuerzos y sacrificios, porque el peligro "es que sigamos hablando de este tema hasta el día del juicio final".
Monbiot insiste en la energía, la gran responsable de los malos humos. Tanto en su uso para el transporte como en las fábricas, en todas, pero sobre en las que hacen la luz que usamos para la calefacción y el aire acondicionado, para recargar el móvil, conectarnos a internet, sacar dinero del cajero o cualquier otra actividad. Podemos hacer un uso más racional de la electricidad en las casas, en la industria, en el transporte, y no tenemos más remedio que hacerlo. Con el trasfondo del doctor Fausto y su pacto con el Diablo, este escritor desgrana todas las posibilidades que tenemos en nuestra mano para conseguir que el incremento de las temperaturas no exceda de dos grados, "porque es el punto en el que se espera que den comienzo algunos de los mayores impactos sobre el ser humano".
Dos libros, pues, en cierto sentido complementarios y en cierto sentido contrapuestos. Ambos hacen gala de fe en el género humano, podemos salir de ésta, aunque sus propuestas son muy diferentes, y de una notable fe en la tecnología, capaz de ayudarnos en este trance. Sin embargo, tal y como escribe Jared Diamond en Colapso, también los habitantes de la Isla de Pascua y los mayas justo antes de sus colapsos pensaban que su tecnología les ayudaría a resolver el problema creado por ellos mismos. En fin, puestos en la tesitura de la caída de la escalera, las precauciones siempre ayudarán. Como escribe Monbiot, "sea o no demasiado tarde para mantener las temperaturas globales por debajo del umbral crítico, está claro que cuanto mayor recorte hagamos, menor impacto final habrá". -
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.