Morante. La bohemia del arte
José Antonio Morante de la Puebla pisó ayer el gris albero de Vista Alegre en su segunda y última comparecencia dentro de las Corridas Generales de 2008. Tal y como ha venido ocurriendo en las cuatro ocasiones en que ha actuado en Bilbao desde que se doctoró en 1997, no acompaño el éxito al sevillano, si exceptuamos la oreja que cortó en 1999 a un ejemplar de Jandilla. Aquéllos que defenestran al diestro bajo la premisa de que un torero de arte, sevillano por los cuatro costados, no puede triunfar en el norte, olvidan los éxitos que obtuvieron aquí diestros de su corte y procedencia como Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez o Albaicín.
Ese deambular errático por el orbe taurino es el signo de su carrera. Torero indígena y bohemio, de los de "hoy no toca y mañana ya veremos" sus diez años de alternativa se asemejan a la orografía de una etapa alpina del Tour con hitos importantes y bruscas caídas al abismo.
Ese deambular errático por el orbe taurino es el signo de su carrera
Morante ha despachado a once apoderados desde que toreó su primer novillo, destacando nombre de taurinos ilustres como los Lozano, Miguel Flores, o el mismísimo Rafael de Paula. El rocambolesco apoderamiento del gitano jerezano, simpático tunante que llegaba a los callejones en estado de felicidad absoluta, explotó a mitad de la temporada pasada con la decisión de Morante de cortar la temporada y, automáticamente, romper con Paula.
La decisión del de La Puebla obedeció, según parece, a la dejación absoluta de las labores de apoderado, llegando a cerrar contrataciones del torero en condiciones económicas funestas para el mismo, ya que Paula consideraba que las peleas de contenido económico, por terrenales, no pueden llenar el espíritu de un artista.
Como quiera que Morante opinaba que tales luchas pecuniarias, competencia plena de su apoderado, sí debían llenar su bolsillo, concluyó que en esas condiciones no toreaba, y puso fin a la temporada. Dentro de la espantada, también cayó Bilbao, donde Paula había cerrado la presencia del torero para dos tardes, en condiciones extrañamente ventajosas para la empresa.
Dos años antes había cortado bruscamente la temporada, hundido en profunda depresión, tras un petardo protagonizado el Domingo de Resurrección en encerrona celebrada en Madrid, donde su hermandad de acólitos, que al toque del clarín le proclamaban como mesías del toreo, le despedían a golpe de almohadillazos dos horas después.
Para presentar su vuelta a los ruedos esta temporada, se valió de una estética abelmontada, luciendo chaque y bombín el día que hizo público el anuncio, fumando puros habanos, parafernalia que resulta chocante para un joven de 29 años.
Ahora bien, su nuevo look no ha enderezado su errático deambular, donde a triunfos importantes, como los cosechados en Madrid en la Isidrada, une actuaciones decepcionantes, haciendo que sus detractores acuñen la premisa de que "para verle torear tienes que hacerte de su cuadrilla".
Sin ir más lejos, este año, fruto de una horrible planificación, que le lleva a acudir a plazas de tercera, circuito donde se demanda otro tipo de espectáculo ajeno a su indudable arte y en el que difícilmente pueden asumirse sus honorarios una vez vestido de torero, ya en el patio de cuadrillas se negó a realizar el paseíllo en el coso de Roquetas de Mar, cuyo empresario no hacía frente a la contraprestación prometida como consecuencia de la pobre entrada en los tendidos.
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