Contra el maltrato, más leyes
Cuarenta y una mujeres asesinadas por la salvaje mano de parejas o ex parejas es número más que suficiente para sonrojar a cualquier sociedad que se precie de ser avanzada. Y no mitiga mi dolor ante tal drama estar al tanto de que el 40% de estas víctimas son emigrantes; no es una tragedia importada. Y aunque lo fuera, miseria es, que vivimos en primera persona y que debemos afrontar sin minimizarla.
Pero es que el hecho de que el 80% de las mujeres que sufren maltrato, sea físico o psíquico, no denuncien su situación ayuda en la tarea de que tal sonrojo sea, si cabe -que cabe-, aun más intenso y vergonzante. Porque del silencio, que guarda una mujer sometida a la barbarie del terrorismo machista, se desprende que las víctimas del maltrato, jóvenes en alto porcentaje, no confían en la Justicia y no perciben seguridad en lo que les ofrece el Estado para garantizar su integridad física ante las andanadas violentas o amenazas continuas de los maltratadores. El hecho sustancial de que una mujer se sienta indefensa o insegura dentro de un Estado garantista como el nuestro me desanima sobremanera, pero no por ello pierdo la esperanza: algún día seremos capaces de dar respuestas eficaces, concluyentes; soluciones que serán capaces de neutralizar esa aciaga relación entre sexos basada en posiciones de poder y dominio del hombre sobre la mujer.
Debe ser combatido con políticas asentadas en afianzar la igualdad de géneros como un hecho normalizado, pilar irrebatible de nuestro sistema educativo, pero que además, y desde el hecho diferenciador entre sexos, sea capaz de generar una sinergia social enriquecedora para todas y todos. Desde esa posición estaremos más capacitados y legitimados, si cabe, para acorralar a los maltratadores con todo el peso de la Ley.
