Demasiado miedo
La de ayer fue una tarde rara. Muy esperada, pero que terminó con un sentimiento extraño. Se disputaban los 1.500 metros, mi carrera, y había mucha expectación porque la victoria podía ser de cualquiera. Siempre que veo estas finales me lleno de recuerdos. Rememoro los dos Juegos Olímpicos, mis dos medallas... Pero, dejando atrás la nostalgia, pensaba en los otros compañeros que corren ahora. Y lo que más importaba ayer era otro triunfo español con Juan Carlos Higuero. Lamentablemente, no pudo ser.
Y no pudo ser porque Juan Carlos planteó mal la carrera. Había un favorito claro, que no falló, y un abanico de corredores con posibilidades. La carrera era muy abierta y Juan Carlos podía perfectamente subir al podio, pero no estuvo a la altura. Fue un 1.500 con buen ritmo y en una carrera así no se puede esperar a los últimos 400 metros para atacar. Ahí se gastan muchas energías y son momentos en los que no sobra ninguna. No se puede esperar. Higuero estaba mal colocado y aceleró tarde y por la calle 2, haciendo más metros que el resto. Cuando Higuero atacó, los otros corredores que iban fuertes estaban ya demasiado adelantados y era tarde.
Atacar por fuera le restó fuerzas para ganar porque, si hubiera ido más adelante, estaba en condiciones de hacer un mejor puesto. Juan Carlos entró en la última recta muy atrás, mal situado, y remontó hasta la quinta posición. Está claro que iba con fuerzas. Pero, en unos Juegos esas fuerzas hay que jugárselas para ganar, no para obtener un diploma olímpico. Y ahí es donde la tarde de ayer, que tanto había esperado, se truncó con un sentimiento raro. Me fastidia mucho que, por no saber leer las carreras o por no querer arriesgarse más, se pierdan oportunidades. Hay corredores que, por no aspirar más allá de lo que ellos esperan como lo normal, se quedan a las puertas de las medallas.
Yo siempre digo que el miedo es libre y cada uno coge el que quiere. Nadie te da un tanto por ciento de miedo. Esta ahí y cada uno lo coge. Pero está claro que, cuanto más cojas, peor vas a competir. Tienes que plantear bien la carrera y arriesgarte. Higuero, ayer, no estuvo en la carrera hasta el final, no se supo colocar y lo pagó.
Por lo demás, la carrera no tuvo demasiadas sorpresas. Ramzi era mi único favorito y no falló en el momento importante. El de Bahrein había estado muy bien en las series y la semifinal y era un claro candidato a la victoria.
Pero detrás de él no había nada claro. Todos estaban tan igualados que la plata o el bronce podían ser para cualquiera. Incluso Baala, que también había estado bien los días anteriores y al final entró tercero, no me daba unas impresiones claras de victoria. El único Mundial que ha hecho bien fue el de París 2003 y, salvo el Campeonato de Europa que ganó a Reyes Estévez, después no había demostrado nada.
Éstos eran los 1.500 olímpicos más abiertos, los que se presentaban más fáciles para conseguir una medalla. Todos los corredores habían llegado a Pekín con marcas muy similares. Pero donde se define el ganar una medalla y ser campeón o quedarte a las puertas de la gloria es en la mentalidad y el carácter. Hay que creer en que lo puedes conseguir. Y ahí es donde falló Juan Carlos.
Nunca hay que quedarse con más miedo del necesario.
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